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Voto de el pastor de la polvorosa:
10
8.0
5,962
Drama
A comienzos del siglo XV, el monje pintor Andrei Rublev acude junto con sus compañeros a Moscú para pintar los frescos de la catedral de la Asunción del Kremlin. Fuera del aislamiento de su celda, Rublev comenzará a percatarse de las torturas, crimenes y matanzas que tienen aterrorizado al pueblo ruso... La biografía del pintor ruso Andrei Rublev -Andrei Rubliov-, famoso por sus iconos, sirve de base para hacer un minucioso retrato de ... [+]
28 de julio de 2012
20 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Narrativa pero no explicativa, poética por su concepción basada en la analogía, por su precisión en la pintura de los detalles y las sensaciones, pero sin sombra de blandura ni narcisismo, Andrei Rubliov es una película sin concesiones, infinitamente ambiciosa, brillante e implacable. Su aparente dispersión se ve encauzada por la fuerza de arrastre de su corriente principal, que muestra precisamente la fuerza misteriosa que empuja al artista a cumplir su vocación casi religiosa en un mundo hostil (el personaje del monje Rubliov deja claro que su verdadera religión es el arte, y no la religión ortodoxa, con la que se permite licencias probablemente anacrónicas en su búsqueda personal de la verdad).
Nunca ningún director de cine había asumido antes con tal intensidad esta idea del arte como religión verdadera, creada por los filósofos y poetas del romanticismo, continuada por algunos herederos a lo largo del siglo XX (desde Heidegger hasta el surrealismo), y en ello radica el magnetismo de la figura de Tarkovsky, que desborda el ámbito de la cinefilia.
La película mezcla la épica y la lírica de forma esforzada y experimental, sin la simplicidad con que lo lograban los poemas medievales o, dentro de la tradición rusa, el Eugenio Oneguin de Puschkin. A pesar de su ambición (lograda) de recrear todo un mundo a la vez remoto y cercano, de su carácter coral y polifónico, la película transmite también la sensación de estar escrita en primera persona: Tarkovsky crea su correlato objetivo en la figura de Rubliov el artista espiritual (del que genera una biografía ficticia y simbólica). A su vez, Rubliov se reconoce en el personaje de Boriska, el constructor de la campana gigante: como él, Tarkovsky fue capaz de organizar y llevar a término un proyecto épico por su ambición y dimensiones, lleno de dificultades tanto internas como exteriores. Tarkovsky es ya en esta película tanto el joven lleno de talento que busca su lugar en el mundo del cine, como el artista maduro capaz de sintetizar sus obsesiones y de plasmarlas, o esculpirlas, en imágenes que se graban en la memoria. El plano en el que Boriska observa los flujos del metal fundido que llenan el molde de la campana parece el autorretrato del cineasta como organizador de un material ardiente.
Nunca ningún director de cine había asumido antes con tal intensidad esta idea del arte como religión verdadera, creada por los filósofos y poetas del romanticismo, continuada por algunos herederos a lo largo del siglo XX (desde Heidegger hasta el surrealismo), y en ello radica el magnetismo de la figura de Tarkovsky, que desborda el ámbito de la cinefilia.
La película mezcla la épica y la lírica de forma esforzada y experimental, sin la simplicidad con que lo lograban los poemas medievales o, dentro de la tradición rusa, el Eugenio Oneguin de Puschkin. A pesar de su ambición (lograda) de recrear todo un mundo a la vez remoto y cercano, de su carácter coral y polifónico, la película transmite también la sensación de estar escrita en primera persona: Tarkovsky crea su correlato objetivo en la figura de Rubliov el artista espiritual (del que genera una biografía ficticia y simbólica). A su vez, Rubliov se reconoce en el personaje de Boriska, el constructor de la campana gigante: como él, Tarkovsky fue capaz de organizar y llevar a término un proyecto épico por su ambición y dimensiones, lleno de dificultades tanto internas como exteriores. Tarkovsky es ya en esta película tanto el joven lleno de talento que busca su lugar en el mundo del cine, como el artista maduro capaz de sintetizar sus obsesiones y de plasmarlas, o esculpirlas, en imágenes que se graban en la memoria. El plano en el que Boriska observa los flujos del metal fundido que llenan el molde de la campana parece el autorretrato del cineasta como organizador de un material ardiente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Auténtica novela de formación en la tradición del romanticismo alemán, el propio devenir de la narración muestra, a través de su estructura circular, que la serenidad y verdad suprema que transmiten la Trinidad o el Pantocrátor (retrato de un Dios omnipotente pero no terrorífico) de Rubliov se alcanzan tras superar los estadios de la ingenuidad del talento puro (del joven Rubliov inconsciente del mundo, y de Boriska) y del silencio de la desesperación. Pero la película va más allá de sus intenciones programáticas, al igual que desborda el marco del cine histórico o narrativo convencional: como es sabido, y al margen del movimiento conceptual, la justificación última de la obra artística no está en sus intenciones sino en sus detalles, y Tarkovsky recrea empáticamente el contexto vital de su antepasado medieval recurriendo a elementos que figuran en sus iconos (árboles, caballos o palomas), y a su propia experiencia personal de la lluvia, la nieve o el fuego, que consigue transmitir de forma casi física.
Todo el episodio introductorio, ajeno a la historia narrada, es en sí mismo una metáfora de la crisis vital del protagonista, y su conclusión se resume en otra metáfora visual, la del caballo que cae (de la que hay un eco posterior en el capítulo bélico). El episodio de la pasión de Andrei refleja una pasión viviente con resonancias pictóricas de otras épocas, prefigurando la obra de videoartistas como Bill Viola o Cristina Lucas. El admirable Solonitsin fija en la cámara su mirada de extraña pureza en un momento clave de su conversación con el fantasma de Theophan Grec, y las escenas bélicas incluyen pasajes a cámara lenta -entre ellas, la muerte del ayudante de Rubliov que, alcanzado por una flecha, tropieza en su huida a través de un arroyo llegando a salpicar a la cámara: en estos y otros momentos, la intensidad del director-demiurgo rompe el velo de la convención de la invisibilidad, y el medio (la cámara) se hace evidente en sí mismo, se convierte en protagonista. Así también, aunque sea durante unos segundos, el árbol que descubre Boriska al final de una molesta raíz, que le devuelve su mirada en un contraplano que se eleva sobre el joven conmovido mediante un movimiento de grúa -completamente gratuito desde el punto de vista racional... y sin embargo tan convincente como la imagen de los caballos bajo la lluvia que cierra la película. En este tipo de hallazgos se concentra su capacidad de inspiración siempre renovada, que se sobrepone a todas sus debilidades y desequilibrios.
Todo el episodio introductorio, ajeno a la historia narrada, es en sí mismo una metáfora de la crisis vital del protagonista, y su conclusión se resume en otra metáfora visual, la del caballo que cae (de la que hay un eco posterior en el capítulo bélico). El episodio de la pasión de Andrei refleja una pasión viviente con resonancias pictóricas de otras épocas, prefigurando la obra de videoartistas como Bill Viola o Cristina Lucas. El admirable Solonitsin fija en la cámara su mirada de extraña pureza en un momento clave de su conversación con el fantasma de Theophan Grec, y las escenas bélicas incluyen pasajes a cámara lenta -entre ellas, la muerte del ayudante de Rubliov que, alcanzado por una flecha, tropieza en su huida a través de un arroyo llegando a salpicar a la cámara: en estos y otros momentos, la intensidad del director-demiurgo rompe el velo de la convención de la invisibilidad, y el medio (la cámara) se hace evidente en sí mismo, se convierte en protagonista. Así también, aunque sea durante unos segundos, el árbol que descubre Boriska al final de una molesta raíz, que le devuelve su mirada en un contraplano que se eleva sobre el joven conmovido mediante un movimiento de grúa -completamente gratuito desde el punto de vista racional... y sin embargo tan convincente como la imagen de los caballos bajo la lluvia que cierra la película. En este tipo de hallazgos se concentra su capacidad de inspiración siempre renovada, que se sobrepone a todas sus debilidades y desequilibrios.