(*) Expresión tomada prestada a Les Luthiers

Yo era un tierno estudiante dando sus primeros pasos en ámbitos universitarios cuando comencé a escuchar los primeros grandes tracks de The Wall (¿quién no vibraba, entre extrañado y fervoroso cuando en la radio pasaban "Another brick in the wall"?). Luego llegó la oportunidad de paladear entero el álbum, y por supuesto mas tarde, de tenerlo. Creíamos todos que hasta ahí llegaba la cosa; tener esa obra maestra en casa, en un lugar especial, junto con Wish You Were Here y Dark Side ot the Moon, el Album Blanco y Abbey Road de Los Beatles, Una Noche en la Opera y Un Día en las Carreras, de Queen, Selling England by the Pound y The Lamb Lies Down on Broadway, de Génesis, Crime of the Century de Supertramp, Hey! de Julio Iglesias... Ops, perdón, me fuí al pasto. Decía: creíamos que ahí terminaba todo, pero un par de años mas tarde llegó la película. Y, como dirían ahora mis hijos aquí en Argentina: FLASHEÉ!!! La música que tanto me copaba acompañada de A-LU-CI-NAN-TES dibujos animados (atención, no animaciones hechas con computadora), de una trama que tenía sentido, que te estimulaba, te hipnotizaba, te excitaba, te agobiaba.. ¿Cómo creen que salí del cine? Flotando, por supuesto, y así llegué a mi casa. Y así estoy ahora recordando, so vejete nostalgioso.. ¡¡Larga vida a Pink Floyd, a Alan Parker, a Gerald Scarfe y a mí!!