A pesar de las amputaciones y cortes impuestos por la dichosa censura y que repercuten negativamente en el tramo final de la película, esta divertida historia de Luis García Berlanga es otra maravillosa prueba de su genial talento lleno de acidez y socarronería.

De hecho la primera hora del film es verdaderamente prodigiosa y está a la altura de las grandes obras maestras del cineasta valenciano.
En ella Berlanga a través de una jocosa representación de las fuerzas vivas de una pequeña y olvidada localidad por la que ni siquiera se detiene el tren, establece una corrosiva sátira que arremete con enorme gracia pero sin piedad contra la represión social, cultural y política de la España de la época, dirigiendo sus sardónicas puyas especialmente hacia la Iglesia y su poder de manipulación sobre una sociedad aborregada.

Tanto el trabajo de montaje como la puesta en escena son excelentes, por no hablar de lo exquisitamente rodada que está la película, exhibiendo el director valenciano una sabia utilización de la profundidad de campo, de los travellings o de algunos precisos movimientos de cámara que ya anticipan en pequeñas dosis la maestría inigualable en el plano-secuencia que mostraría posteriormente en todo su esplendor.

El excepcional reparto encabezado por el incomparable Pepe Isbert, incluye la presencia del actor norteamericano Richard Basehart, quien había participado con anterioridad, entre otros, en títulos como "La Strada" (1954) de Federico Fellini o "Moby Dick" (1956) de John Huston.