Richard Brooks escribe y dirige este muy estimable western crepuscular de tono melancólico y desmitificador que presenta un Oeste en declive protagonizado por personajes perdedores, antihéroes cansados, resignados y desencantados, tipos de moral y código etico inquebrantables que se ven arrinconados y marginados por el ímpetu carente de valores de una presunta modernidad de la que no se sienten partícipes.

Brooks otorga mucha poética y belleza emocional a esta historia clásica en esencia aunque osada en su concepto narrativo y de realización (con utilización de slow motion, cámara al hombro, planos subjetivos...), brindando también un emotivo tributo a la figura del caballo, elemento clave y fundamental en la conquista del Oeste.

El retrato de personajes es sobresaliente, y la deslumbrante belleza de los escenarios naturales está magistralmente captada por Brooks y el fotógrafo Harry Stradling Jr.

El guión es prodigioso, con memorables e incisivos diálogos que explican sabiamente el final de una manera de entender y afrontar la existencia en la que valores como la amistad, la honestidad, la lealtad, la dignidad o la superación personal son absolutamente innegociables y están por encima de todo.

A pesar de no alcanzar la categoría de su obra maestra "Los Profesionales", este épico western se erige como un título más que apreciable dentro de la filmografía de Richard Brooks.