Notable cinta de King Vidor en la que la escritora Ayn Rand adaptó su propia novela, manifestando sus principios políticos de individualismo y objetivismo representados en los procederes del personaje central interpretado por un espléndido Gary Cooper, quien encarna a un hombre idealista, honesto e incorruptible a la par que intransigente y elitista, un creador que no supedita su trabajo ni su talento a la anuencia de la masa.

Al margen de postulados ideológicos, la película contiene momentos de inusitada intensidad en la atracción amoroso-sexual entre Cooper y Patricia Neal, en especial el primer encuentro de ambos en la cantera. De hecho la ardiente pasión entre ellos acabaría yendo más allá de la ficción.

Estéticamente el film resulta espectacular, con la utilización por parte de Vidor de unos expresivos planos contrapicados que tanto magnifican los rascacielos y las obras arquitectónicas como subrayan el deseo y la ligazón sexual. En este sentido hay que alabar el trabajo del gran operador Robert Burks, quien aparte de manejar el Technicolor de manera insuperable para las intrigas de Hitchcock, demuestra aquí dominar igualmente los recursos emocionales del blanco y negro en una bellísima fotografía de legado expresionista.

Nota: 8,5