Curioso que se trate de una producción española teniendo un elenco enteramente compuesto por actores y actrices extranjeros. Pero tanto el director como los productores y demás miembros que trabajan en la película son de España. Caso muy similar al de Ágora (2009) de Alejandro Amenábar. Temas de nacionalidades aparte, el film que tenemos aquí nos llega a lo más profundo de nuestros sentimientos. Y consigue tal cosa mediante una historia llena de misterios y preguntas que necesitan respuestas, unos personajes que se ganan la empatía de los espectadores por el buen despliegue interpretativo de los artistas que les dan vida y un ambiente enrarecido que se respira con suma facilidad. Todos esos alicientes ayudan a que el público se meta de lleno en la trama y se preocupe por todo cuanto les suceda a aquellos que aparecen en pantalla. La fotografía es de una calidad estratosférica. Todos esos paisajes rurales en los que quisiéramos estar alguna vez en nuestra vida por su belleza natural y armoniosa, pero que también transmiten la sensación de peligro y aislamiento, la cual siempre está presente. El ritmo de la narración es adecuado, pues este nos permite conocer medianamente bien a las personas que interfieren en los hechos. Aun así se pudo haber profundizado más acerca de estas, pero eso hubiera requerido más minutos de metraje que por cualquier motivo no quisieron realizar. El último rato de la cinta se guarda un giro que desmonta todo lo anterior. Un giro argumental que pese a haberlo visto con anterioridad en otras pelis, en esta no me lo vi venir y me golpeó con fuerza. Me dejó a mí ( y a otros muchos me imagino) patas arriba. Aún no he hecho mención a los pequeños sustos que nos depara el film en contadas situaciones. Una cinta que enseña cómo enfrentarse al pasado, por muy duro que este haya sido, y a no olvidar a aquellos que quisiste y se fueron haciéndolos inmortales en tus recuerdos.