Por fin me encuentro con un western diferente. La propuesta que nos ocupa tiene horror y gore, géneros que no son muy comunes en las cintas de vaqueros. Por tanto, estamos ante una de esas producciones que ofrecen algo distinto, y vaya si funciona. El comienzo es un aviso de lo que veremos más adelante, muy del estilo del cine de terror de toda la vida. La ambientación es inmejorable, plasma a la perfección las tierras secas del viejo oeste con ese pueblo tranquilo que está envuelto en el silencio, esas zonas desérticas como sendero hacia un destino desconocido y, por supuesto, esa taberna vacía cuya falta de cualquier sonido resulta incómoda. De modo que sin renunciar a los elementos más simbólicos del western, la película se abre camino a un terreno inexplorado. Olvidaos de los indios, pues aquí no hay, lo que les espera a nuestros personajes es mucho peor, algo más terrorífico y salvaje se oculta en las llanuras. No detallaré más para no hacer spoiler, pero sí diré que el filme crea tensión mediante situaciones que poseen un alto nivel de suspense. La fotografía también es excelente, por cierto. Voy con los personajes; dejando claro que todos cumplen con nota, 2 son los que más sobresalen, hablo de Chicory y Arthur O'Dwyer, interpretados por Richard Jenkins y Patrick Wilson respectivamente, ambos logran ganarse al espectador, algo que no es nada fácil de conseguir, por medio de una simpatía y un sufrimiento que sobrepasan la pantalla. El gran Kurt Russell, sin estar a la altura de los ya nombrados, tiene sus buenos momentos, al igual que Matthew Fox, estos últimos realizan un papel muy acorde para ellos. Respecto al gore, no es habitual a lo largo del visionado, aunque hay alguna que otra escena un tanto desagradable para la vista. En todo caso, agradezco y aplaudo este trabajo, que para mí es notable debido a que se atreve a mostrar algo inusual en este tipo de cine.