La que tenemos aquí presente es una película sumamente divertida con una originalidad mayúscula que logra hacerte reír y llorar por igual. Empezando por el concepto inicial que nos presenta el film con los monstruos compitiendo entre ellos por conseguir asustar más a los niños de turno, tiene su lógica y su sentido, pues cualquier pequeño ha tenido esa pesadilla de no estar realmente solo cuando se va a dormir por las noches. Es como una especie de creencia infantil que incluso podría llamarse leyenda. Pixar juega muy bien con ese pensamiento y lo adapta a su familiar estilo de cine. Luego viene la parte en la que aparece la niña Boo, que es la fundamental del visionado. Durante ese largo transcurso de cinta podemos observar los sentimientos que poco a poco van floreciendo y mediante ese hábil florecimiento llegamos a sentir la ternura que hay en el vínculo del prota con su pequeña amiga humana. El personaje de Boo no puede funcionar mejor, ya que representa de un modo inmejorable el encanto de la inocencia infantil que hace que sí o sí te encariñes con ella. El metraje logra que haya un buen equilibrio entre el humor y el drama para ofrecernos un producto atractivo y siempre bonito de ver. No tengo nada más que añadir salvo que los personajes son entrañables y carismáticos y eso ayuda a que el disfrute sea enorme por parte del espectador. Bueno, no puedo despedirme sin hacer una pequeña mención a la escena final, la cual es preciosa y emotiva.