Como podría faltar una película de tiburones en el verano. Suena como un hecho impensable, al menos para los amantes de estas pelis entre los que me incluyo. Hace un par de años llegó a nuestras pantallas A 47 metros. Un film que hacía todo como debía independientemente de la historia que narraba. Si en aquella ocasión las desafortunadas eran 2 hermanas, esta vez son 4 amigas las que se verán metidas en un buen marrón. Quizás la cinta de 2017 sea más realista, pues todo su contenido tenía sentido y nos sorprendió con un final que ninguno hubiéramos imaginado. Ese factor sorpresa desaparece en esta segunda parte. Lo más destacable es el escenario donde tienen lugar los acontecimientos. Cambiamos las profundidades del mar por un igual de siniestro y aterrador laberinto subacuático que esconde un peligro mortal para las 4 adolescentes. La tensión siempre está presente por la hostilidad que alberga el ambiente en el cual se hallan los personajes. Los tiburones nuevamente están muy bien recreados y vuelven a dar pánico cuando son mostrados en pantalla. El director británico Johannes Roberts aprovecha al máximo los elementos que tiene a su alcance para esta secuela (túneles acuáticos, derrumbamientos, agotamiento del suministro de oxígeno, fuertes corrientes marinas). Los actores sin destacar mucho son lo más creíbles que pueden ser. Además teniendo en cuenta la falta de profundidad en la mayoría de ellos, es para estar satisfecho. En definitiva, una buena película de escualos que con seguridad se disfrutará por los espectadores que aman este género veraniego.