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España España · Badajoz
Voto de Weis:
8
Romance. Drama Adèle (Adèle Exarchopoulos) tiene quince años y sabe que lo normal es salir con chicos, pero tiene dudas sobre su sexualidad. Una noche conoce y se enamora inesperadamente de Emma (Léa Seydoux), una joven con el pelo azul. La atracción que despierta en ella una mujer que le muestra el camino del deseo y la madurez, hará que Adèle tenga que sufrir los juicios y prejuicios de familiares y amigos. Adaptación de la novela gráfica "Blue", de Julie Maroh. (FILMAFFINITY) [+]
20 de octubre de 2013
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
El célebre escritor valenciano Juan José Millás escribió, en una de sus muchas ocasiones de habitual lucidez, un pequeño relato compuesto por breves reflexiones acerca de los estados emocionales y las rutinas de una pareja poseída por la más pura y absoluta de las enajenaciones amorosas. Maestro de la verbalización hacia aquello que consideramos casi inefable, algunos de sus apuntes, adaptados fielmente -pero no de forma literal- al universo femenino de Kechiche, fueron los siguientes:

Más que conocerse, se reconocieron, pues las dos tenían la impresión de haberse tratado en una vida anterior. Hacían el amor en cualquier sitio y en todas las posturas, como si buscaran un constante acoplamiento que les permitiera ser una. Cuando cualquiera de ellas salía de la cama para ir a la nevera o al trabajo, la otra se sentía amputada. No soportaban las separaciones porque cada una era el oxígeno de la otra, la sangre de la otra, el alma de la otra. La excitación que les proporcionaba encontrarse procedía del sentimiento compartido de estar al fin completas de nuevo. Solo estaban completas cuando se encontraban la una sobre la otra, o la una al lado de la otra, o la una debajo de la otra. Se metían la lengua por todos los orificios del cuerpo, incluidos los de las narices. Estaban enamoradas, en fin.

Lo sorprendente era que la pasión duraba. No la atenuaban ni el calor, ni el frío ni el paso de las semanas o las estaciones. A veces, comenzaban a desnudarse en el ascensor para no perder un segundo del tiempo que se les permitía estar juntas. Llegaron a pensar que lo suyo no se parecía a lo de nadie. Lo ocultaban por miedo a despertar envidias, recelos, comentarios. Desde la altura de su completitud, observaban con cierta lástima al resto de la humanidad como los dioses observan con piedad a los mortales desde el Olimpo. Disfrutaban de la comida, del sexo, del cine, de la televisión, de la calle. Todo lo que hacían juntas adquiría una relevancia especial por el simple hecho de que ellas lo tocaban con su magia.

Ciertamente, esta excelsa obra cinematográfica de Abdel Kechiche no se parece a nada de lo que cualquier película haya podido abordar, con valentía y arrojo, sobre el romance homosexual femenino, y a su vez se parece a mucho de lo que docenas de personas anónimas de cualquier inclinación han podido experimentar cuando se han visto movidas y poseídas por la más descontrolada, febril e irracional de las pasiones hacia alguien a quien se ama. Esta película no solo comparte la pasión como apetito carnal insaciable y exposición geométrica del éxtasis incontenido, sino que también nos muestra una nueva forma de intimidad, explícita y a la vez sutil, a la hora de radiografiar los ademanes más irracionales del deseo.

En este sentido, el director tunecino teje sus madejas narrativas con la misma templanza y contemplación con la que un sentimiento nace, se reafirma en su desquiciada radicalidad y alterna finalmente nuestra calma hormonal con exaltadas alteraciones fisiológicas. Todo lo representado por sus dos eminentes intérpretes, con una Adèle Exarchopoulos sobrenatural y merecedora de premios que aún no se han inventado, exhala un desproporcionado hiperrealismo en sus formas y sus figuras. La exaltación de sus voluntades, de sus tragedias y de sus pasiones se representa con exuberante autenticidad, mostrando el hueso de las emociones a través de una metafísica radiográfica. Sus cuerpos, sudorosos y contorsionistas, rompen la cuarta pared ficcional a través de eyaculaciones y gemidos, que contrarrestan la mera adaptación de las pulsiones sexuales y las convierten en un retrato de alta definición.

Frente a la explícita y visceral representación del sexo y el amor pasional se encuentra también, casi igual de profunda, una mirada analítica hacia los sistemas educacionales franceses –tema de habitual emergencia en las producciones galas-, cuyo hermetismo y esquematismo didáctico hacen que emerjan estados de rebeldía estudiantil, despertares sexuales en la inocencia de unos jóvenes aletargados y virulencia inquisidora en las acartonadas curiosidades de los prejuiciosos. Esta línea argumental resulta la más usual en el libreto de Kechiche, pero su nerviosa e insistente realización ayuda a elevar su texto plagado de recursos temáticos y ricos matices.

Una propuesta que, a su vez, consigue el milagro de coartar la atención usual hacia la teoría guionística del desarrollo actancial, puesto que la intensa problematización y articulación de sus pasajes más físicos y ferozmente sentimentales avanzan en un imparable crescendo que hace perder de vista, por momentos, los mecanismos de anticipación narrativa. Todo es previsible en su causa-efecto pero no en el estilo en que está ejecutado, atendiendo a los cánones del nexo cinematográfico.

Esto, en resumidas cuentas, sumas enteros a la película en su osada pretensión de desarmar la placidez espectadora y obligarnos a una implicación psiquiátrica y quirúrgica con una pantalla sudorosa que busca plasmar y satisfacer nuestra excitación a golpe de grito placentero. Cine que busca la experiencia y no el espectáculo, que sin moralejas te arrebata un pedazo de alma, pues el amor, y la locura del mismo, son principios de una universalidad eterna.

Crítica para www.cinemaldito.com
@weisguerrero @cinemaldito
Weis
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