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España España · Málaga
Voto de Nuño:
7
Drama Año 1715. En el retorno a casa, Luis XIV siente un dolor agudo en la pierna. Quince días más tarde, se encuentra en cama en Versalles. Este es el comienzo de la lenta agonía del rey más grande de Francia, rodeado de sus más fieles súbditos. (FILMAFFINITY)
1 de febrero de 2019
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1665, Gian Lorenzo Bernini llegó a la Francia de Louis XIV. Su misión principal, fracasada a la postre, fue proyectar la fachada del Louvre en París, por orden del poderoso ministro Jean-Baptiste Colbert. Finalmente, la empresa fue completada por Louis Le Vau, quien también edificaría Versalles. En su estancia, el diplomático Bernini tuvo oportunidad de trabajar el busto de Louis XIV que, actualmente, se encuentra en aquel "nuevo Vaux-le-Vicomte" que fue Versalles. El escultor afirmaba que el secreto de su trabajo consistía en suprimir, eliminar, todo lo que no fuese grandioso, bello, ajeno al buen gusto y a la grandeza. De tal forma, la magnificencia del monarca permanecería sin mácula a través de los siglos venideros.

Parece que el Arte, quizá ya más desencantado, en cierta forma ha tomado el camino contrario. Albert Serra, cineasta, muestra al Louis XIV ridículo, patético y pequeño. Humano y, como los personajes de Cartarescu, profundamente orgánico y visceral. Hecho de una carne que se descompone.

Al final de la película, Louis XIV ya no es el imponente jinete de la escultura ecuestre de Girardon, sino que más bien acaba como uno de los tiesos fiambres de las lecciones de anatomía del doctor Tulp o Egbertsz, que pintasen Rembrandt o Keyser, objeto de la ciencia del momento. Abandonan la esperanza en el rey Sol, tan inmortal como la más minúscula hormiga, y sentencian un "lo haremos mejor la próxima vez"; epitafio que, sin duda, podría ser el de todos nosotros.

Gracias.
Nuño
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