Solvente y sin demasiadas florituras, thriller crepuscular de venganzas sazonadas con elementos conspirativos, intrigas políticas y mafias corporativas que nos colocan más cerca de la estética de filmes setenteros al servicio de figuras maduras como Mitchum o Newman que de los filmes de vengador justiciero de Bronson.
Mel Gibson es consciente de que ya no está para dar carreras y participar en escenas de acción desbordada, pero encuentra una película hecha a su medida, con ritmo de sexagenario cuya pausa, curiosamente, ayuda a que la narración sea firme y más atractiva que muchas películas con acción de vídeo juego.
Sin embargo, un edulcorado epílogo, en mi opinión resta fuerza a la resolución del filme, que hasta entonces había tenido muchas más virtudes que defectos.
A la postre, película entretenida que se deja ver, un poco engañosa, pero recomendable.