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Voto de Don Hantonio Manué:
9
Comedia. Drama. Musical Taiwán sufre una terrible sequía. En televisión se dan instrucciones para ahorrar agua al mismo tiempo que se promueve el consumo de zumo de sandía. Sin embargo, cada uno tiene sus propios métodos para encontrar agua. (FILMAFFINITY)
25 de diciembre de 2021
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La película más difundida de este hombre y que le dio a conocer en occidente, y por lo tanto, la más amada y odiada no sé si a partes iguales.

Pequeño film de culto y uno de los más polémicos de su década, con el que su director exacerba sus constantes de manera harto manierista, recicla sus propios conceptos y los amplía, optando por una provocación que se apodera de todos y cada uno de los aspectos; desde los formales, con su característicos silencios, pausas, planos alargados, etc. hasta el tema en sí, insistiendo en un sexo casi explícito que roza el porno, que es de lo que trata la peli, en una excentricidad que bordea el ridículo con unas secuencias oníricas difíciles de olvidar tomadas de “The Hole”, al igual que se nos insinúa que el protagonista (el mismo actor de siempre) es el vendedor de relojes de “¿Qué hora es?”. ¿Coherencia autoral radical o mirarse el ombligo con descaro? Desde luego, suficiente como para poner a muchos espectadores de los nervios, o para hacer que otros no se tomen muy en serio semejante dislate. Tsai prosigue la exploración de ese universo paralelo y cada vez más surreal que ha creado con sus imágenes, cual eco distorsionado de nuestro propio mundo (pero que muy distorsionado, eso por descontado).

Almas en pena en una mega-ciudad donde la lluvia ha cesado, ese pronosticado fin del mundo por fin ha llegado, pero por la causa contraria. Otra vez la metáfora del agua, pero ahora el problema es su escasez y no su abundancia, una sequía que obliga a sustituirla por un sucedáneo, el zumo de sandía. Las sandías invaden la tierra, se interponen incluso en la más estricta intimidad y visionamos unas secuencias de sexo con frutas que son una absoluta cerdada, protagonizadas por unas personas, entiendo, reducidas incluso de manera literal a vegetales humanos, entre vivos y muertos.

Cine sumamente naif, con la mira puesta en el cine mudo, en el gesto cómico atemporal del payaso, con unos actores ridículos cual muñecos. El humor visual es continuo, como los equívocos entre personajes que vienen y van, que se rondan y se buscan entre pasadizos, muros, ascensores, escaleras, en espacios inmensos y desoladores, tanto interiores como exteriores, que les devoran. Gente que duerme, que come (cómo se recrea este hombre en la comida), que folla, que sueña, tales son sus ocupaciones principales; el ser humano reducido a lo más elemental.

Maestría técnica, potente despliegue de medios para unos números musicales repletos de fantasía en sus coreografías y canciones como de los años 60, de una cursilería que se eleva hacia lo grotesco también. Traducen fielmente los más ocultos miedos, los deseos de unas criaturas herméticas que han perdido incluso el don del habla… pues hasta los agudos gemidos orgásmicos nipones ocupan más espacio que los diálogos. Tragicomedia romántica en torno a la búsqueda desesperada por encontrarse, por satisfacerse, sobre lo irreal también de la pornografía; hombres y mujeres reducidos a objetos, llegando al límite más abominable. Aquí puede haber un mensaje anti-porno de este señor, pero aún así, la guasa, lo marciano que es todo, me dificulta establecer posibles vínculos con cualquier realismo, al menos más allá del puro símbolo. Por último, cine simple, depurado hasta lo ascético, pero cine también barroco que te envuelve con su inventiva visual, con unos encuadres que son la firma del artista… cine sin más, en toda su extensión.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Don Hantonio Manué
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