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Voto de Don Hantonio Manué:
9
7.9
12,005
Ciencia ficción. Fantástico
Tras una apocalíptica guerra nuclear, el mundo ha quedado devastado. Un grupo de científicos del bando vencedor llega a la conclusión de que el único modo de salvar a la humanidad es recurriendo a los viajes a través del tiempo: o bien mandar a una persona al pasado para pedir ayuda, o al futuro para buscar una solución a la situación presente. El elegido para realizar el viaje a través del tiempo es un prisionero. Historia de corte ... [+]
16 de junio de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mucho más que un simple corto, de breve duración pero de una capacidad de sugerencia enorme, pionero en el terreno de la ciencia-ficción “trascendente”, siendo en el fondo una fábula fantástica (sin relación con la serie B), semejante a un poema capaz de tocar una fibra profunda sin llegar uno a explicarse muy bien su misterio… una muestra además de la conexiones del cine con la literatura (esa solemne voz en off) y con la fotografía (lo más evidente) que, de hecho, contradice la propia noción de cine como imagen móvil, en cuanto a que sólo el montaje de una serie de fotos fijas es cinematográfico en sentido estricto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Como propuesta es muy hija de su tiempo, con el miedo palpable a una guerra nuclear devastadora, así como el recuerdo aún reciente de la II guerra mundial y sus horrores (la situación del héroe prisionero no es muy distinta a lo ocurrido en Europa hacía sólo par de décadas). El concepto del viaje temporal no es el de un desplazamiento a un lugar físico, sino que el pasado (incluso el futuro), parecen decirnos, es un lugar recóndito en la memoria, relacionado de algún modo con el recuerdo… el aeropuerto donde tiene lugar el hecho fundamental (una mujer, un asesinato, el amor, la muerte) es un espacio de tránsito, de partida y de llegada, de principios y de finales.
El acontecimiento que obsesiona al protagonista a lo largo de su vida, que de algún modo le hace nacer, es también el que le hace morir de forma trágica, en el más puro sentido del término, y paradójica: la turbadora “imagen de infancia” tiene un significado oculto de fatalidad que sólo se desvela en un desenlace que nos conduce de nuevo a un comienzo. Aparte está la historia de amor, un amor onírico entre dos fantasmas, con una especie de ideal femenino que ronda por la mente de nuestro hombre, que lo mismo es su salvación, su punto de apoyo, que su condenación.
Tienen mucha importancia los instantes, como el de la visita a un museo de animales disecados (como si ellos dos estuvieran disecados también, o la memoria como museo de un mundo muerto pero preservado, vivo a su manera). O aquel en el que sí que hay movimiento (podemos pensar que es el único real, o más real incluso que la propia realidad). Quedaría hablar de la singular apuesta formal y su intención (más allá de lo estético que resulta); tal vez la de comunicar no un tiempo fluido, como el de la narración habitual, sino un tiempo congelado, más una suma de momentos captados y ordenados lógicamente (como al fin y al cabo hace nuestro cerebro), antes que un continuo objetivo y perfecto.
El acontecimiento que obsesiona al protagonista a lo largo de su vida, que de algún modo le hace nacer, es también el que le hace morir de forma trágica, en el más puro sentido del término, y paradójica: la turbadora “imagen de infancia” tiene un significado oculto de fatalidad que sólo se desvela en un desenlace que nos conduce de nuevo a un comienzo. Aparte está la historia de amor, un amor onírico entre dos fantasmas, con una especie de ideal femenino que ronda por la mente de nuestro hombre, que lo mismo es su salvación, su punto de apoyo, que su condenación.
Tienen mucha importancia los instantes, como el de la visita a un museo de animales disecados (como si ellos dos estuvieran disecados también, o la memoria como museo de un mundo muerto pero preservado, vivo a su manera). O aquel en el que sí que hay movimiento (podemos pensar que es el único real, o más real incluso que la propia realidad). Quedaría hablar de la singular apuesta formal y su intención (más allá de lo estético que resulta); tal vez la de comunicar no un tiempo fluido, como el de la narración habitual, sino un tiempo congelado, más una suma de momentos captados y ordenados lógicamente (como al fin y al cabo hace nuestro cerebro), antes que un continuo objetivo y perfecto.