Quizá no sea la joya de la corona del universo Marvel pero al menos supone una mejoría, creo yo, respecto de las sosas propuestas de esta cuarta fase, que se ha convertido ya definitivamente en una argamasa informe de fantasía naif y delirante, con magia, sci-fi pulp, espías, dioses míticos, movidas cosmico-cuánticas de baratillo y todo lo que te puedas imaginar; una invitación a apagar el cerebro y dejarse llevar por la trituradora industrial de cultura pop para toda la familia que tan bien ha sabido idear nuestro Kevin (tiene narices que con semejante disparate la gente siga devanándose los sesos en torno a continuidades y lógica argumental cuando ya da todo un poco igual, más desde el berenjenal dimensional).

Incluso puede decirse que es una película con un autor detrás que revela algo de su propio mundo y de su fantasía macabra característica, lo cual es mucho decir y ni lo esperaba a estas alturas de la saga (del negocio), además de ser superior a la media en lo formal y con un mayor esmero en la planificación de escenas. Y no hay que olvidar que este hombre fue de los que comenzaron con los superhéroes hace más de dos décadas y que este es su retorno al género.

En cierto modo es lo que debió de ser la descafeinada y muy prescindible primera parte, o al menos debió parecerse más a esto, con un personaje que me ha funcionado mejor hasta el momento como secundario molón. A vueltas con Strange, el super-mago un tanto arrogante y gilipollas multidimensional que actúa de manera unilateral jugando nada menos que con universos alternativos y equilibrios cósmicos que nada deben a los pequeños dramas y mierdas personales, insignificantes, de cada uno, y demás moralina sobre la aceptación de la realidad que nos hace creer que esto contiene algo más que tipos con mallas o con capa tirándose conjuros.

La trama tiene como cien mcguffins (el libro bueno y el libro malo, que ni se explican, aunque ya se pierde uno entre pelis, series, etc.) y pasan mil cosas; servidumbres de la franquicia que no falten, sin tiempo para que nadie se aburra y siempre un poco a presión, vinculando con sucesos pasados pero más o menos independiente en cuanto al grueso de la trama, que sólo faltaba.