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Voto de txusfin:
8
7.7
122,136
Drama. Romance
Chris Wilton (Jonathan Rhys Meyers) es un ambicioso y joven profesor de tenis con escasos recursos económicos. Gracias a su amistad con Tom Hewett (Mattew Goode), consigue entrar en la alta sociedad londinense y enamorar a su hermana Chloe (Emily Mortimer). Tom, por su parte, sale con Nola Rice (Johansson), una atractiva americana, de la que Chris se encapricha nada más verla. El azar, la pasión y, sobre todo, la ambición llevarán a ... [+]
4 de abril de 2010
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
En general, el ritmo de producción de la mayoría de los realizadores es bastante desigual por factores que a veces tienen que ver más con la suerte que con el talento, aunque existen algunos cineastas de gran regularidad a la hora de hacer películas, que como las Olimpiadas celebran una cada cuatro años, o como el Europeo de baloncesto, cada dos, pero hay uno que es como los grandes torneos de la historia del tenis con una entrega por año.
Woody es realmente único y después de una larga carrera compitiendo en la moqueta de EE.UU. se decide a probar suerte en otra superficie y en terreno europeo, cambiando la cuna del jazz por la de la ópera, y ciertamente esta película suena diferente y despliega otro tipo de habilidades para los enfrentamientos que parecen alejarse de la influyente escuela sueca.
Dejando a un lado su potente destreza para ganarse la sonrisa del público, carga todo su juego en los reveses del destino y los golpes del azar, se toma el partido muy en serio, sitúa a Dostoievski como manager en la grada y cede la raqueta a un joven con un estilo más agresivo (realmente muy agresivo) que sabe emplearse físicamente cuando la situación lo requiere, pero que basa su estrategia en una técnica tan depurada como calculada, sin renunciar al juego sucio y a la de suerte de los campeones.
El ritmo de partido es el de las grandes citas, ganando en emoción en cada tanto y deseando ver la repetición de algunos memorables, con intercambio incesante de dilemas impactantes que sólo un ojo de halcón como el de Allen puede situar en la misma línea que divide lo bueno de lo excepcional, consagrándole una vez más en el Torneo de Maestros.
Trata de cuestiones que flotan en el aire sobre una red que no está destinada para protegernos de la caída en las tentaciones, sino como divisoria de construcciones morales (bien/mal, fidelidad/infidelidad, éxito/fracaso) y existenciales (voluntad/destino, azar/necesidad).
Como el resto de esta crítica, que roza el spoiler y cae de su lado.
Woody es realmente único y después de una larga carrera compitiendo en la moqueta de EE.UU. se decide a probar suerte en otra superficie y en terreno europeo, cambiando la cuna del jazz por la de la ópera, y ciertamente esta película suena diferente y despliega otro tipo de habilidades para los enfrentamientos que parecen alejarse de la influyente escuela sueca.
Dejando a un lado su potente destreza para ganarse la sonrisa del público, carga todo su juego en los reveses del destino y los golpes del azar, se toma el partido muy en serio, sitúa a Dostoievski como manager en la grada y cede la raqueta a un joven con un estilo más agresivo (realmente muy agresivo) que sabe emplearse físicamente cuando la situación lo requiere, pero que basa su estrategia en una técnica tan depurada como calculada, sin renunciar al juego sucio y a la de suerte de los campeones.
El ritmo de partido es el de las grandes citas, ganando en emoción en cada tanto y deseando ver la repetición de algunos memorables, con intercambio incesante de dilemas impactantes que sólo un ojo de halcón como el de Allen puede situar en la misma línea que divide lo bueno de lo excepcional, consagrándole una vez más en el Torneo de Maestros.
Trata de cuestiones que flotan en el aire sobre una red que no está destinada para protegernos de la caída en las tentaciones, sino como divisoria de construcciones morales (bien/mal, fidelidad/infidelidad, éxito/fracaso) y existenciales (voluntad/destino, azar/necesidad).
Como el resto de esta crítica, que roza el spoiler y cae de su lado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Woody ya había tratado alguno de estos temas, que dan tanto juego, en "Delitos y Faltas" a finales de los 80, alternando el drama y la comedia con su maestría de siempre y se nota que el director ha tenido reflejos a la hora de actualizarlos. En aquella, el protagonista es un hombre mayor (Martin Landau), de alta posición social, con una amante que empieza a poner en peligro su seguridad familiar y decide eliminarla. Vendría a ser el suegro acomodado de Match Point, que en este nuevo trabajo es simplemente uno más de los que aplauden los éxitos de este lobo salvaje con piel de cordero intelectual, una joven promesa de la cantera de ambiciosos competidores en la que merece la pena apostar.
Pero la mayor diferencia la encuentro en el final de ambos films: Landau ha superado sus conflictos morales, su culpa y desde un desencantado nihilismo contempla el fin del partido; mientras, Jonathan Rhys Meyers no está alegre, ha ganado, simplemente, un Set Point y lo sabe, su partido continúa y ya no domina el juego. Volverá a la misma oficina que le ahoga, a su rutinaria sexualidad, con un hijo que deseaba sólo su mujer y que le recordará, irremediablemente al otro y por ende, a su verdadera pasión, junto con algo mucho más asfixiante: el sentimiento de culpa.
Quizás no lo pretendiera Allen, pero su jugador de tenis después de ganar el Tie-Break, la Muerte súbita, se ha convertido en la pelota. Los que están contentos, ríen y celebran una victoria, mayor de lo que ellos se imaginan, son sus suegros, mujer y cuñados, es decir, los ricos que le han convertido en lo que ahora es: un padre de familia tradicional burguesa, respetable y preparado para garantizar la continuidad del imperio familiar y los privilegios de clase. Los que han perdido, y lo han perdido todo, son su amante y el hijo que llevaba en sus entrañas, aspirantes a nada, los fracasados, pero capaces de estimular la naturaleza más vital del protagonista.
A un lado de la pista de juego, el pequeño apartamento de los suburbios de Londres y al otro, el lujoso loft del centro, en medio un abismo y una ventana (la red) a la que se asoma una pelota con mirada perdida, que se encuentra caída del lado de los triunfadores.
Pero la mayor diferencia la encuentro en el final de ambos films: Landau ha superado sus conflictos morales, su culpa y desde un desencantado nihilismo contempla el fin del partido; mientras, Jonathan Rhys Meyers no está alegre, ha ganado, simplemente, un Set Point y lo sabe, su partido continúa y ya no domina el juego. Volverá a la misma oficina que le ahoga, a su rutinaria sexualidad, con un hijo que deseaba sólo su mujer y que le recordará, irremediablemente al otro y por ende, a su verdadera pasión, junto con algo mucho más asfixiante: el sentimiento de culpa.
Quizás no lo pretendiera Allen, pero su jugador de tenis después de ganar el Tie-Break, la Muerte súbita, se ha convertido en la pelota. Los que están contentos, ríen y celebran una victoria, mayor de lo que ellos se imaginan, son sus suegros, mujer y cuñados, es decir, los ricos que le han convertido en lo que ahora es: un padre de familia tradicional burguesa, respetable y preparado para garantizar la continuidad del imperio familiar y los privilegios de clase. Los que han perdido, y lo han perdido todo, son su amante y el hijo que llevaba en sus entrañas, aspirantes a nada, los fracasados, pero capaces de estimular la naturaleza más vital del protagonista.
A un lado de la pista de juego, el pequeño apartamento de los suburbios de Londres y al otro, el lujoso loft del centro, en medio un abismo y una ventana (la red) a la que se asoma una pelota con mirada perdida, que se encuentra caída del lado de los triunfadores.