Dejé de ver porno hace años. Como quien deja de fumar. Mi mente se acostumbraba a la imagen y no respondía como es debido a la carne. La decisión fue correcta. Aunque todavía añoro a actrices como Sandra Milka o Gianna Michaels.

Ahora me he topado con ésta celebérrima obra viendo un debate sobre el llamado lenguaje inclusivo. Juan Manuel de Prada suelta que "la RAE tiene más tragaderas que Linda Lovelace en 'Garganta profunda'". Me he reído, bribonazo.

Y he pensado que sería lo suyo conocer de primera mano tan popular cinta. Pero claro, es porno. Ya no gasto. Dilema solucionado por la nota en la sinopsis de Filmaffinity: "Por su condición de título de culto dentro de su género, cierta relevancia intelectual y su trascendencia más allá de su esencia como película erótica/pornográfica, se ha decidido incluir esta ficha entre la base de datos (...)". Me he reído, granujazos.

Total, que la he visto. Estoy orgulloso de haber soportado la tentación pornográfica, centrándome en la relevancia intelectual y trascendencia. Que no es poca. Empezando con que el conflicto de la protagonista es similar al de Jeanne Moreau en 'La noche': está atrapada en la falsedad. Siguiendo con que el uso de la música bebe directamente de Sergio Leone, o que la fina comedia que desarrolla es hija de Blake Edwards. Y terminando con que las situaciones grotescas de David Lynch no existirían de no ser por esta película.

Tal cual. Si crees que no es así, allá tú. Sigue con tu vicio de primate. Yo me voy con Linda. Haremos sonar la campana y nos envolveremos en su sacro sonido, huyendo de esta cárcel frívola hasta alcanzar... la profundidad.