Si hubiese que utilizar un término para definir Dredd sería "honrada". Honrada por el personaje principal, un juez Dredd que vive por y para el cumplimiento de la ley; honrada porque demuestra que una película de este tipo puede hacerse con poco dinero si se tiene la inteligencia necesaria. Y honrada, finalmente, por aproximarse al personaje de cómic con un mínimo de respeto y fidelidad.

Esta película está situada en las antípodas de la mamarrachada que protagonizó en su día el inefable Stallone, horror filmado para desperdicio de celuloide y del carismático personaje original. Lo que allí era esperpento y derroche aquí es una lograda atmósfera donde el típico ambiente post-apocalíptico se resume en ese edificio donde Urban y su novata acompañante hacen la enésima versión de Solo ante el peligro.

Pero esa honradez de la que hablo le permite al director no intentar ofrecer más de lo que el presupuesto le da de si. Lo normal en estos casos sería un triste espectáculo de efectos especiales de baratillo, un quiero y no puedo de futurismo cutre.

Y en lugar de ello Peter Travis reduce la película a su mínima expresión, un sólo escenario, un argumento simple (Solo ante...) y muchos tiros, que nadie va a verla buscando Metropolis 2012.

Y así se logra una película sencilla, entretenida, muy digna y sobre todo...honrada.