Recuerdo con todo lujo de detalles la noche que vi esta película. Fue en el cine, en pantalla grande, y no tengo palabras para expresar lo que sentí. Me emocionó, perturbó e inspiró hasta lo inimaginable. No pude dormir de lo removida que me dejó por dentro, sólo quería asimilarla y luego gritar y llorar.

Cuando una película habla tanto de ti, es decir, habla de tus miedos, de tus inseguridades, de tus sueños, de tu parte más tímida, de tu parte más oscura, de tu parte más frágil y de tu parte más fuerte, con tanta contundencia, humanidad, riesgo, ritmo y belleza, es la cumbre del séptimo arte.

Es la película (en la historia del cine) que mejor ha expresado lo que significa ser artista. Refleja, con acertado grado de locura, lo que se siente al ser artista, lo que se sufre al ser artista, lo que significa, para lo bueno y para lo malo, tener una vocación artística. El amor propio y la rabia-valentía que necesita encontrar dentro de sí una artista para dar todo lo que lleva dentro.

Para mi Cisne Negro, junto con algunas pocas películas en la historia (Las Horas, Persona, Lilya Forever, La Pianista...) es una cúspide cinematográfica.

Desde el minuto cero el filme me llevó a seguir a esta mujer (Nina) con toda mi alma. La sentí tan humana y cercana que tuve la sensación de que podía tocarla. Su sufrimiento era el mio, sus obsesiones eran las mías, su inseguridad, su rabia, su fuerza y su arte. Estaba viendo lo mejor y lo peor de mí en ella.

A día de hoy puedo decir que he visto el filme innumerables veces, y me sigue emocionando e impactando. No hay nada en toda la cinta que me haga apartar los ojos de su historia y su protagonista. Es un éxtasis.

Resulta violenta y sensible a partes iguales.

Natalie Portman realiza una de las actuaciones más sensibles, valientes y salvajes que haya visto en pantalla. Interpretación inconmensurable.

Gracias a la vida, gracias a Natalie Portman, gracias a Darren Aronofsky, gracias al arte, gracias al cine... Gracias a todo lo que ha hecho que esta película exista.