Por fin he visto esta maravilla de película, que me habían recomendado y denostado a partes iguales. No estará de más decir que es la primera película de Darren Aronofsky con la que tengo contacto (mea culpa) y mi sensación no ha podido ser más positiva.

Inclasificable, angustiosa, incómoda y al mismo tiempo magnética y memorable. Portman está inmensa, en un papel que sólo puedes amar y aborrecer al mismo tiempo. Ella es el cisne blanco, el negro y todo lo que ocurre en el proceso: uno de esos personajes que pasan a la historia por el esfuerzo y la dedicación que se pone en ellos. Natalie se come la pantalla, de modo que los secundarios apenas sean una excusa para relatar el camino oscuro y obsesivo de una niña que quiere ser mujer y de una bailarina que, al final, se convierte en una estrella.

Un cuento de hadas como los de antes. Con sabor a clásico. No te la pierdas.