Vaale, he de reconocer que verla en un cine de verano (con sus estupendas sillas metálicas y oxidadas) como segunda película, con una resaca de caballo y un sueño insufrible no ayudó demasiado al disfrute de una actuación de lo más Principesca de Bel-Air de mi querido Will. Sentí que volvía a ver a aquel adolescente simpaticón e irritable de la serie de los 90, pero hecho adulto, alcohólico y casi mendigo, con lo que perdía cierta gracia.
Desde mi punto de vista Charlize Theron pasa más desapercibida de lo que nos tiene acostumbrados, y la película en general no tiene nada del otro mundo.
Lo único bueno de esa hora y media de película (menos mal que no decidieron alargarla) fue un señor de aspecto bonachón que estaba sentado cerca y que tenía la risa más amable y contagiosa de la faz de la Tierra. Gracias, señor, donde quiera que estés, porque conseguíste despertarme, quitarme la resaca y eclipsar a Will Smith.