Recuerdo haber escuchado una conferencia de Eckhart Tolle en la que mencionaba el caso de una persona a quien terminó yéndole peor en la vida a partir de haberse ganado la lotería. No creo que sus palabras hayan alterado mucho, sin embargo, el negocio de los juegos de azar. También recuerdo el caso de un policía que encontró y devolvió mucho dinero, recibiendo en compensación un chocolatín. "Nada revela mejor el carácter de una persona -decía Gurdjieff- que su actitud hacia el dinero". Y podríamos seguir con esto mucho más. Porque estamos ante un gran thriller que va de eso, las personas y el dinero, sobre todo cuando hay mucho de él en juego.

Sam Raimi dirige con pulso sereno pero sin remansos esta historia basada en la novela de Scott B. Smith. La tragedia se va desenvolviendo lenta pero implacablemente en el marco de un bello aunque melancólico paisaje rural nevado contra cuya blancura se recortan negros cuervos a manera de agoreras casandras. Discurre alrededor de tres personajes dispares, dos de ellos hermanos con muy poca cosa en común, caracterizados por unos soberbios Bill Paxton (Hank, el educado y astuto) y Billy Bob Thornton (Jacob, simplón y desfavorecido). El tercero es Lou, un amigo de Jacob, tipo basto si los hay. Inopinadamente se topan con una avioneta semienterrada en la nieve, descubriendo en ella una enorme suma de dinero. Otro personaje clave del drama es Sarah, la dulce esposa de Hank, quien pronto dará a luz una beba. Son cinco protagonistas en verdad, si contamos al más siniestro de todos: el dinero. Pues no será otro que este ominoso y letal mago quien coloque a esos pobres seres a danzar la atroz coreografía que desvelará todas las miserias humanas. El mismo Scott B. Smith escribe un guión portentoso para este sobrecogedor relato con personajes magníficamente delineados y desarrollados.

Altamente recomendable.