Comencé por darle un 7, años después le doy un 9. Cuanto más ve uno esta obra de Ozon, más se da cuenta de lo difícil que es hacer buen cine. El buen cine es esto, disponer de pocos elementos (pocos personajes, pocos escenarios) y lograr crear algo que los desvirtue, pues eso es lo que sucede. Ozón consigue ir apartando el sentido inicial a todo a través de la perturbación de las situaciones, de las miradas de Rampling y Sagnier, de la alargada sombra que intuimos de algo que no sabemos que es y que está presente prácticamente en toda la película. Ozon es experto en crear clímax sugerentes, vestidos de misterio, acorralando al espectador hasta dejarlo sin salida, envuelto en la perturbación, haciendo que el cine sea mejor que la vida.