Imposible encuadrar esta película en género. Mezcla de drama en tono de comedia;o una comedia negra con un drama terrible como motor de los hechos.. sí está clarísima su calidad como film. Es evidente que para su directora, Emerald Fennell, hay un mandato interno en mostrar historias de mujeres manifestando inteligencia y fortaleza. Mientras que los hombres se desdibujan en sus cualidades, mucho más cuando están en grupo, transformándose en entes concupiscentes y absolutamente manipulables. Carey Mulligan sabe crear a su Cassandra desde el dolor de la pérdida y la cruzada solitaria que emprende contra aquellos que no aceptan los NO de una mujer, para terminar centrándose en los responsables directos de la muerte de su amiga Nina. Sabe que no volverá, ni siquiera obtendrá "paz" para sí misma, pero su compulsión a hacer justicia es una válvula de escape para su furia interna. Jamás hay exceso. Y ese es un gran mérito de quien dirige, porque el peligro de desmadrarse era mucho, pero la contención las va dando en las simetrías y encuadres que casi son pinturas, los movimientos de la cámara, los tonos pasteles y el celeste páliido que acompaña casi permanentemente a Cassie, su estilo de vestimenta que remite a otra década con sus peluchitos y texturas contrastando con su fragmentado interior. Todo muestra un desfasaje entre lo que se ve y lo que se vive pero no se habla. Hasta su hogar pareciera haberse detenido en el tiempo, con sus caireles y decoración, pero donde se evita hablar de lo que realmente preocupa. La música es la otra pared donde se proyectan las situaciones, con una justeza perfecta. Los climas naif en esa relación que comienza con Ryan (un Bo Burnham querible en su espontaneidad), o los oscuros que se distorsionan. Una mención especial para Alfred Molina, que con 5 minutos en escena demuestra lo que es ser un gran actor.