Acerca de la piratería en el cuerno de África se estuvo debatiendo cuánto hace, ¿un par de años? Lamentablemente nos hemos acostumbrado todos no solo a leer superficialmente los titulares sino a demandar, móvil en mano, el paso instantáneo de un tema a otro, huyendo de la profundización y de la complejidad en las explicaciones, más cuando los sucesos a los que se refieren tienen lugar en sitios lejanos y carentes de interés para nosotros, habitantes del mundo desarrollado. Y ya no recordamos algunas cosas como ésta transcurrido poco tiempo.

Esto es precisamente y sin escusas lo que le ocurre a Greengrass en 'Capitán Phillips': que, basando la película en un tema interesante e inédito en el cine, opta por adornar el envoltorio en lugar de ir al grano en busca de argumentos. La pulcra acción a la que Greengrass, con sus rápidos y temblorosos movimientos, nos tenía acostumbrados, siempre enfocando los entresijos apestosos del poder, se queda aquí en eso, en pura acción, centrándose más en la desesperada y apabullante reacción de la Marina estadounidense que en toda la problemática de fondo. Un buen rato de navegación íntima a la deriva permitían ir un poco más allá.

Quizás se podría haber dicho más, no demasiado, sabemos que es una película de acción, pero sí algo al menos, en vez de irse a lo fácil tirando de efectismo, de Seals desatados (¿son soldados o machotes desfilando en un anuncio de Gillette?) y de fragatas de guerra inconmensurables delante un insignificante bote salvavidas. ¿Quizás alguna esclarecedora explicación después de todo ese despliegue de recursos técnicos y económicos?, ¿quizás algún punto de vista alternativo en toda esa puesta en escena, algún enfoque fuera del que se tiene desde Washington, sobre las resecas y hambrientas costas de Somalia o Sudán?

Nos hemos acostumbrado en los últimos tiempos a mover compulsivamente las yemas de nuestros dedos entre titulares de noticias fugaces, cotilleos de Facebook y opiniones de Twitter. Muchas veces buscamos en el cine lo mismo que en nuestro día a día, algo que nos distraiga por un rato de nuestros problemas, que son bien reales, y (éste es el mejor espacio para decirlo claramente) nos acomodamos tragándonos sin pestañear películas de acción sin contenido que muy artificiosamente ensalzan banderas de determinados países, aprovechando de paso y sin ningún disimulo para servirnos sus productos (vease aquí la naviera). Es nuestra vida, y es así, y de vez en cuando está bien desconectar y dejarse llevar por lo fácil... pero no nos engañemos del todo: a una película de Paul Greengrass hay que pedirle más.