Si una película es capaz de mantenerte pegado al asiento con toda tu atención en ella, y al final termina gustándote a pesar de ser un producto de baja calidad filmicamente hablando, ¿Qué hay de malo en reconocer que disfrutas con ella?
Pues absolutamente nada. No sólo vemos cine para apreciar arte, también lo hacemos por lo entretenido que suele ser y su capacidad para transportarnos a otros mundos.
Por esa regla, yo puedo disfrutar de una película como “Senderos de gloria”, así como puedo hacerlo viendo chorradas como “Troll 2”. Ambas me gustan, pero yo sé perfectamente cuál de éstas dos películas es buena y cual no lo es.
Por esa misma razón, nadie puede quitarme el derecho a disfrutar de una cinta tan divertida, loca y absurda como “Campamento Sangriento”. Porque solo por lo entrañable y encantadora que es, perfectamente puedo permitirme dedicarle una hora y media de mi tiempo.
La historia no es nada del otro mundo, podría definirse como un “Viernes 13” a lo loco. Porque si el “Viernes 13” de Sean S. Cunningham es una película muy medida y calculada a pesar de que no pretenda ser una Obra Maestra, al final termina siendo una película buena a secas. Va a lo seguro y triunfa porque no asume más riesgo de lo necesario en su planteamiento.
Todo lo contrario a lo que sucede en “Campamento Sangriento”. Como aquí ya se sabe desde la propia productora la clase de historia que quiere contar, el director Robert Hiltzik se permite jugar, experimentar y recrearse con su asesino y su particular relato de terror en el que un asesino matará a varios de los jóvenes protagonistas durante el campamento de verano.
Poco más me atrevo a decir sin spoilers. En conclusión, para mí esta película es una divertida aventura que ningún amante del terror debe perderse, por lo que perfectamente le puedo conceder una puntuación de 7 sobre 10.