Película demoledora en su análisis de la sociedad americana, tremendamente sutil, independiente y depurada en su estilo, que sorprendentemente cosechó un relativo éxito de premios, acompañada por una excelente acogida de la crítica. Meritos la sobran. Los Coen diseccionan de forma brillante y a través de un negrísimo sentido del humor distintos sectores de la clase media americana y una vez más deciden hablar de la codicia del hombre común a través de un relato criminal. Es un film que carece prácticamente de personajes positivos, a excepción de la inalterable protagonista, que en conjunto manifiestan una total ausencia de moral, emociones o simple sentido común, en los que astucia y estupidez campan con naturalidad. La magnífica fotografía contribuye en gran parte a crear esa sensación, haciendo sentir al espectador el frío de la remota Minnesota así como de los propios personajes, dándole protagonismo a un blanco aséptico y omnipresente que hace un considerable contraste con las pocas intervenciones del rojo (especialmente brillante la concepción cromática del primer asesinato oponiendo negro el negro de la noche, el blanco de la nieve de día y el rojo como color común). Maravillosa música de un Burwell inspiradísimo, que en base a un tema único logra crear una sensación aplastante de impotencia hacia el avance del trágico destino de la historia. Y no menos brillantes están unos actores impecables, en particular unos enormes Frances McDornan, Steve Buscemi y Macy. El guion estructura con habilidad la trama y a punta unos personajes de tal manera que la cámara termine por construirlos con pocos pero precisos detalles, logrando una compenetración absoluta entre ambos. No es una película que te atrape porque no sepas lo que va a pasar, sino que te atrapa por lo que te cuenta y como lo hace, con una sencillez pasmosa. Una película apasionante y extraordinaria, otra más de los Coen, a incluir entre las mejores muestras de cine independiente de la década.