No puede ser casualidad. Que seas el salvador del presidente, dentro de la Casa Blanca, y que te cargues a todo un comando norcoreano que quiere acabar contigo y con tu jefe tiene un pase. Que te encuentres en parecidas circunstancias cuando viajas a suelo británico y tengas que acabar sobrevivir fuera de casa, no tiene precio, no puede pasar dos veces.

Pero sí, a Butler le ha ocurrido. Y a Eckhart. E incluso a Freeman si me apuran. Los dos primeros tuvieron que sobrevivir a un primer ataque (“Objetivo: La Casa Blanca” -2013) en el que sacaban ventaja de conocer todos los rincones del campo de batalla, y con esa experiencia adquirida tienen la capacidad de volver a luchar, esta vez en Londres como si fuesen Chuck Norris en su jungla preferida. Ambos se ven atrapados en una ciudad fantasma plagada de esos enemigos que caen como moscas y se vuelven a levantar para caer de nuevo unos metros más allá.

La verdad es que los protagonistas tienen un papel escaso entre tanta acción, y se deben limitar a poner cara de circunstancias, recitar sus frases de manera inteligible y actuar ante la acción como si estuviesen inmersos en ella de verdad. Ambos parecen hacerlo bien, a pesar de lo ridículo que resultan algunas de las frases de Butler, chascarrillos graciosillos que no le gustan a nadie pero que se siguen repitiendo en este tipo de películas como un obligado cliché.

A pesar de que Najafi no es Fuqua, ni falta que le hace. El iraní tiene un gran potencial, y firma una dirección muy interesante, con la acción en primera persona dejando que las explosiones y los disparos sean los verdaderos protagonistas. Mantiene el equilibrio y eso, en este tipo de películas no es sencillo, incluso lidiando con unos pobres efectos visuales, casi lo peor de la película.

Acción a raudales para una de esas historias bastante inverosímiles que vienen muy bien para pasar el rato y divertirse, viendo cómo el guión asola los monumentos de una ciudad poniendo al límite las improbables situaciones que desarrolla.