“Caminando entre las tumbas” es un thriller pausado, que no esconde las cartas que lleva pero que siempre tiene un naipe escondido. Utiliza su narración tranquila pero firme para montar una historia sencilla que basa sus opciones en la convincente actuación de Neeson y en una atmósfera oscura y turbia que se contagia de los bajos fondos en los que se mueven sus personajes al mismo tiempo que avanza.

La historia avanza sin sobresaltos con un argumento que ata todos sus cabos en línea recta sin recovecos ni giros de guión. Es en esta falta de sorpresas donde la película pierde una de las características del género actual: los cambios de dirección en los que el espectador debe adivinar el siguiente paso del protagonista no existen, lo que deriva en un tipo de película que decepcionará a aquel que busca un thriller de acción desmesurada de los que se hacen últimamente. Por supuesto no faltan los flashbacks que nos retroraen hasta alguna situación importante para el devenir de la película ni el trauma que éste arrastra y que nos hará comprender (o al menos eso se pretende) las decisiones que toma.

La película está lejos de lo que Neeson suele rodar ahora, y se encuentra más cerca de los clásicos en los que el protagonista vestía sombrero y gabardina mientras disparaba en un callejón en penumbra que de los thriller actuales en los que el héroe persigue las pistas mientras es capaz de utilizar cualquier cosa como arma y de interrogar a cualquiera con el método que se le ocurra hasta sacar la información.

La verdad es que a Neeson este tipo de películas le vienen como anillo al dedo, y se nota en su interpretación. Se le ve cómodo encarnando a un ex agente de lo que sea reconvertido a investigador privado sin licencia para operar como tal pero con licencia para hacer todo lo demás. Es posible que se haya mimetizado tanto con este tipo de personajes que al bueno de Liam le cueste sacarse el encasillamiento de encima, pero a estas alturas a él le importa poco y a su caché le viene de miedo.

“Caminando entre las tumbas” es un thriller a la antigua usanza, de aquellos en los que las venganzas se sirven en platos calientes, rudo, vehemente y visceral en su ejecución, pero melancólico, oscuro y con paso firme en su forma, lo que lo lleva a perder un poco de fuerza debido a un argumento ligero y lineal en el que no destaca nada en gran medida.