Esta película que se podría catalogar como el gran musical de todos los tiempos, pues se recuerda más por sus escenas de baile con John Travolta en el centro de la pista moviendo el esqueleto y sonando la música de los Bee Gees. En realidad es una historia rodeada de escenas dramáticas, violencia callejera y toques de racismo.
Narra la vida de Tony Manero (John Travolta) cabecilla de un grupo de jóvenes que esperaban con
ansia el fin de semana para ir a bailar a la discoteca. Toni es joven y atractivo que se pasa la vida acicalándose, peinándose y vistiendo ropa elegante para llegar a la discoteca y demostrar que es el rey del baile.
En su casa el entorno familiar es asfixiante y es lo más parecido a una tragicomedia. Su madre se pasa el día discutiendo con su padre, su hermano es un cura que ha perdido la fe y a vuelto a casa.
Así que su vida se resume a trabajar por una miseria de sueldo en una droguería, ir con sus amigos a la discoteca y ligar con chicas. Su vida parece cambiar cuando conoce a Stephanie (Karen Lynn Gorney) una mujer mucho mayor que él y con la que se ha quedado prendado viéndola bailar en la discoteca.
A partir de este momento irá detrás de Stephanie para convencerla de que sea su pareja de baile y participar en el concurso que se celebra en la discoteca”Odisea 2001”, lugar que frecuenta con sus amigos.
Tony Manero es un chico de costumbres siempre pide una hamburguesa con queso y café para comer y en la discoteca su bebida preferida es el 7&7.
Los tintes dramáticos abundan en la cinta, sino ahí están los desplantes y desprecios de Tony hacia la chica que era su pareja de baile antes de conocer a Stephanie. O la indiferencia que sufre Bobby uno de sus amigos de pandilla con verdaderos problemas sentimentales y al que prácticamente no le prestan la atención necesaria.
Una historia con matices dramáticos, irrepetible y con una banda sonora que es todo un lujo y anima a bailar.