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España España · madrid
Voto de martin:
8
Drama En el año 1944, durante el horror del campo de concentración de Auschwitz, un prisionero judío húngaro llamado Saul, miembro de los 'Sonderkommando' -encargados de quemar los cadáveres de los prisioneros gaseados nada más llegar al campo y limpiar las cámaras de gas-, encuentra cierta supervivencia moral tratando de salvar de los hornos crematorios el cuerpo de un niño que toma como su hijo. (FILMAFFINITY)
8 de febrero de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En septiembre de 1943, mientras Ana Frank escribía su diario en el escondite de Amsterdam, las palabras de otra joven judía se apagaban en Auschwitz. Etty Hillesum tenía entonces 27 años y su diario también se hizo famoso tiempo después. Una de las cosas más notables en sus escritos es la evolución espiritual y religiosa, llegando a establecer un diálogo íntimo con Dios en sus oraciones.

El Holocausto fue un hito que hizo temblar las concepciones teológicas y filosóficas tradicionales. Como analiza el sociólogo Ulrich Beck en El Dios personal, la modernidad implica un proceso de secularización y de individualización en la experiencia divina, que lejos de debilitarla radicaliza su personalización y amplía sus horizontes.

El profesor alemán utiliza el ejemplo de Hillesum para mostrar una nueva relación del individuo con su Fe, más íntima y alejada del dogma, condicionada por las circunstancias. En otro escenario de la Shoa, esta vez en la ficción, sucede la historia de un hombre en parecidas circunstancias, que afronta la certidumbre de la muerte desde sus más íntimas creencias. La película húngara viene avalada por el Gran Premio del Jurado en Cannes y el Globo de Oro a la mejor película de habla no inglesa.

El hijo de Saúl narra con enorme crudeza el día a día de un prisionero judío integrado en un sonderkommando de un campo de exterminio. Estas unidades de trabajo esclavo estaban destinadas a las cámaras de gas y los crematorios, encargándose de las peores tareas imaginables. En cierto momento, Saúl descubre a un niño entre los asesinados y decide que lo enterrará conforme al rito religioso, le cueste lo que le cueste.

László Nemes, debutante en el largometraje, demuestra haber sido un alumno notable del célebre Béla Tarr, siendo su asistente durante algunos años. Lo refleja su estilo tras la cámara, deudor del Cinema Verité de los neorrealistas italianos y la vanguardia francesa. Una reacción del cine europeo al clasicismo holywoodense, que a través del método documental presenta un tipo de realismo subjetivo. Otros que bebieron y beben de esta corriente artística fueron Cassavetes, Van Sant o Haneke.

En el Hijo de Saúl el joven director húngaro sigue a su protagonista a muy corta distancia. El actor Géza Röhrig llena la pantalla, literalmente. El horror a su alrededor aparece desenfocado, pero la intuición del espectador completa el paisaje de desolación con un efecto acaso más profundo. El punto de vista permite observar la íntima vivencia en primer plano y de fondo la cadena de desmontaje humano. Saúl, como Etty Hillesum, se recluye en sí mismo para sobrevivir. Expuesto en todo momento a la muerte, encuentra en el enterramiento apropiado del muchacho su único propósito vital, tal vez como una forma de salvación de su alma.

Desde un punto de vista profano y descarnado, sin apenas artificios ni banda sonora, la película muestra el esfuerzo religioso de Saúl en mitad del horror, como el intento por dar sentido a su existencia más allá de lo puramente biológico. A su alrededor, el engranaje homicida se presenta con detalle pese a la pátina de pudor que lo hace aparecer casi siempre fuera de foco. Desde el lavado de las cámaras de gas al vertido de cenizas al río; incluyendo una escena de exacerbado automatismo en el exterminio, cuando se acelera el proceso y los nazis comienzan a aniquilar a sus prisioneros a tiros al borde de una fosa. Imágenes que recuerdan a la masacre final en Katyn, de Wajda.

A partir de este momento los acontecimientos se precipitan hacia un desenlace que es como un día de tormenta en el que por un momento parece que va a salir el sol. Nemes aporta y arriesga con un punto de vista original en la manera de narrar el Holocausto, que sitúa al espectador en un lugar a la intemperie, indefenso. Un ejercicio cinematográfico excelente, tratándose de una ópera prima. Sin embargo, más allá de una puesta en escena innovadora y algunas escenas muy contundentes, la película no hace más que constatar un horror ya retratado en películas de mayor calado.

"Alguien que anda por ahí" - https://gerardomartinsilva.wordpress.com/
martin
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