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Voto de antonalva:
8
Drama En el año 1944, durante el horror del campo de concentración de Auschwitz, un prisionero judío húngaro llamado Saul, miembro de los 'Sonderkommando' -encargados de quemar los cadáveres de los prisioneros gaseados nada más llegar al campo y limpiar las cámaras de gas-, encuentra cierta supervivencia moral tratando de salvar de los hornos crematorios el cuerpo de un niño que toma como su hijo. (FILMAFFINITY)
29 de enero de 2016
27 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Saber utilizar el fuera de campo en cine es signo de maestría: que el espectador vea lo que no se muestra, intuya lo que está pasando aunque la acción ocurra en segundo plano, perciba y palpe lo que queda oculto o velado, atisbe que la realidad es mucho más compleja, perversa y caleidoscópica de lo que jamás pudimos imaginar… Todo ello – y mucho más – queda reflejado en este retablo de los horrores, de las vesanias y de las atrocidades de que son capaces nuestros semejantes. Pero también entrevemos un mínimo rayo de esperanza, que casi bordea la locura o la porfía estéril, pero que nos permite salir adelante, que nos hace comprender que la compasión nos devuelve nuestra humanidad y nos redime en nuestro momentos más lúgubres y mezquinos. Queda así la mínima ilusión de no haber perdido del todo nuestra misericordia.

La representación del horror. Pareciera que todo estaba ya dicho sobre el holocausto, sobre los campos de concentración y de exterminio, sobre las brutalidades y salvajadas de la segunda guerra mundial. Y, sin embargo, esta cinta sorprende por su férreo planteamiento sin sentimentalismos, sin ñoñerías ni trivialidades, sin ofrecer ninguna facilidad al acongojado espectador que asiste exasperado a las crueldades más repugnantes de que es capaz el hombre con aquellos que no considera sus iguales, a los que etiqueta de inferiores o esclavos, a los que marca como seres prescindibles o aniquilables, a los que abusa y diezma con una frialdad y contumacia que produce escalofríos. El horror no es sólo algo del pasado, sino que forma parte de nosotros, del presente y, por ello, conviene recordar que nuestra indiferencia o tibieza permite situaciones abominables.

Es admirable la propuesta que nos ofrece László Nemes. Pocas veces asistimos a un planteamiento artístico y estético tan soberbio como éste, donde forma y fondo se complementan a la perfección. Los encuadres claustrofóbicos y sin profundidad de campo, los planos secuencia que siguen y persiguen al protagonista en su angustioso peregrinaje en busca de una utopía, la tonalidad opaca de la fotografía, ayuna de color, dominada por las sombras, la suciedad y el barro, el tono de derrota constante y peligro implacable y al acecho, las imágenes sin brillo, sin énfasis ni subrayados que muestran las mayores bajezas que el ser humano causa a sus prójimos cuando tiene algo de poder y de dominio sobre ellos.

Estamos ante una gran película. Nada complaciente ni fácil de visionar pero imprescindible, necesaria y sobrecogedora, ajena al concepto de entretenimiento confortable o pasatiempo banal. Cine perdurable.
antonalva
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