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Voto de antonalva:
10
Intriga Scottie Fergusson (James Stewart) es un detective de la policía de San Francisco que padece de vértigo. Cuando un compañero cae al vacío desde una cornisa mientras persiguen a un delincuente, Scottie decide retirarse. Gavin Elster (Tom Helmore), un viejo amigo del colegio, lo contrata para un caso aparentemente muy simple: que vigile a su esposa Madeleine (Kim Novak), una bella mujer que está obsesionada con su pasado. (FILMAFFINITY)
22 de septiembre de 2016
29 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su estreno fue ninguneada. El público se desentendió de ella y los críticos la relegaron al cajón del olvido al considerar que no cumplía con el canon esperado del ‘mago del suspense’. Fue rechazada por tibia, insípida e indolente. Hay veces que un autor tiene un éxito arrollador, instantáneo y perdurable con su obra (El Quijote de Cervantes como ejemplo paradigmático). Otras veces, un autor no encuentra eco con su propuesta – por adelantarse a su tiempo o por no cumplir con las expectativas de su época – pero que sin embargo encuentra, años después, el justo reconocimiento y admiración que en realidad merece (véanse los casos de Franz Kafka o Vincent van Gogh). Esto fue el caso de ‘Vértigo’, que pasó del repudio original a la veneración actual en poco más de treinta años.

¿A qué se debió la desilusión inicial? Simplificando: se esperaba un cierto tipo de obra y su autor ofreció algo muy diferente. Rupturista y corrosiva pese a su aparente clasicismo. Han pasado casi sesenta años y conviene enumerar las novedades que ofrecía, camufladas bajo el convencional ropaje de thriller en tecnicolor. Empecemos con las innovaciones narrativas: su estructura circular, una espiral aciaga que empieza y termina con una caída mortal. La primera desencadena la narración, la segunda la cierra aunque no la concluye, ya que es un final ambiguo que nos permite múltiples interpretaciones: hemos asistido a una… ¿ensoñación pre mortem?, ¿a una locura post mortem?, ¿a un castigo divino por haber resucitado a una muerta?, ¿al triunfo de la culpa como precio por transgredir un tabú?, ¿o a una llamada del abismo?

Otra novedad – que luego devendría en cliché – es que el malo sale impune y conserva su libertad (y sólo sirve de coartada para desencadenar la trama policiaca). También resultaba transgresor que su protagonista femenina muriese a mitad del metraje – ardid que Hitchcock repetiría en ‘Psicosis’, pero rematando la faena mucho antes. Otra revolucionaria innovación – que mancillaba el aura impoluta del héroe clásico – fue que el protagonista masculino en realidad era un tarado emocional, un maltratador y un fetichista, además de un paranoico que con total impunidad manipula y fuerza a la mujer a la que supuestamente ama para satisfacer sus turbios instintos íntimos. El que ella consintiera semejante trato vejatorio suponía una negación del rol femenino de diosa inasible para defenestrarla y arrastrarla por lodazales de ignominia. La ponzoña moral lo impregna todo, menoscabando la figura del héroe, ya que lo vacía de cualquier superioridad ética y lo presenta como un necio inepto, que no sólo no salva a nadie, sino que es el responsable directo de la muerte de varios personajes.

Y lo más novedoso es su compleja estructura narrativa que se manifiesta en una serie de capas superpuestas que permiten adentrarse en su sugerente universo onírico según la curiosidad y disposición de cada uno. Estamos ante el nacimiento de la ambigüedad formal. Al producirse una brusca elipsis al poco de comenzar, todo lo que viene a continuación queda suspendido en el vacío (tema recurrente). La historia subsiguiente podría ser fruto del delirio provocado por la fatal caída inicial del protagonista – su peculiar descenso al averno – una fabulación histérica, una avalancha desbocada e irracional de imágenes que precede al colapso de la muerte. Por ello, la ‘realidad’ podría reducirse a los minutos iniciales de la cinta. El resto sería un espejismo mientras el protagonista cae y agoniza. Quizás. Algunos rechazan esta posibilidad porque necesitan y exigen certezas.

Entonces, ¿a qué se debe la modernidad de esta cinta? Para empezar, dinamita el género al que en apariencia se adscribe. A primera vista se trata de una cinta de suspense, pero en realidad es una trágica y desaforada historia de amor que utiliza el marco policiaco como mero punto de partida… y lo trasciende. Luego tenemos la destrucción de la figura del héroe, convirtiéndole en un abrumado pelele del destino, en un antihéroe fracasado. Finalmente, la compleja maraña emocional y psicológica (de dominio y sumisión) que engancha a sus dos protagonistas es de una turbiedad tóxica muy actual y que desborda las convenciones de su época.

Con el paso de los años se ha incrementado la estima y admiración por esta obra singular, ya que propone muchas interpretaciones sin cerrarse a ninguna. Tras su apariencia de inocente vehículo estelar de suspense, late un melodrama que puede tomarse como una reflexión del propio director (véase el mito de Pigmalión), ya que también es el retrato de un mirón y obseso sexual que quiere crear o reconstruir su ideal de belleza femenina – e incluso resucitarla, lo cual implica mefistofélicos ribetes necrófilos.

Y podríamos seguir enumerando prodigios, pero mejor dejemos abierta la puerta al torbellino de sugerencias que se despliega…
antonalva
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