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Voto de antonalva:
6
Drama. Thriller Ambientada en los 90, la película aborda el destino de las mujeres noruegas que tuvieron relaciones con los soldados alemanes durante la ocupación nazi. Narra, además, cómo vivieron bajo el régimen de la Stasi en la antigua Alemania del Este. (FILMAFFINITY)
19 de julio de 2014
19 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay en la vida situaciones en que nos enfrentamos a nuestra verdad íntima o a nuestra cadena de mentiras y nos toca rendir cuentas. Esto es la premisa de esta cinta alemana, donde la Stasi y sus omnipotentes tentáculos que todo lo tergiversan y distorsionan juegan un papel fundamental. Cuando se disuelve el normal funcionamiento de las relaciones humanas, el espionaje lo impregna todo, la búsqueda de amparo y felicidad parece la única escapatoria. Ante tanta urdimbre, acoso a la libertad individual, anulación de la voluntad personal ante un falaz bien colectivo, no hay forma de deshacer los caminos andados y su larga sombra emponzoña y desvela la podredumbre y cloacas de las ideologías totalitarias.

La carencia de padres y las ganas de tener un origen, una familia, un linaje, una adscripción, un entorno acogedor y grato en el que envolvernos y descansar… es el eje de esta desasosegante película que utiliza el derrumbe de la autoproclamada República Democrática Alamana (DDR) como telón de fondo que permite desbrozar un mosaico ingrato de suplantaciones, añagazas y dobleces que desembocan en un aquelarre desencantado. ¿Qué tenemos cuando no hay la salvífica presencia de una madre redentora? ¿Con quién contar cuando todo lo que decimos y hacemos es fruto de la impostura, el disimulo o la mentira? Dejar el pasado tranquilo es fruto de una vida transparente y gozosa, lo cual no está en manos de cualquiera.

Acallar la mala conciencia y ser honesto no es fruto de un despecho o de un momento de clarividencia antojadiza. La confianza hay que merecerla y labrarla con tesón, constancia y empeño. Querer borrar las huellas del pasado de un plumazo es fruto de la ingenuidad o la ceguera. Y huir siempre es saltar sin red y abocarnos al vacío más atroz. Los buenos propósitos no nos hacen avanzar cuando estamos metidos de lleno en un lodazal de mentiras. Hay que pagar un precio y ese coste es oneroso y poco gratificante.

Tan ambiciosos propósitos habrían necesitado de un desarrollo mejor trabado, más intenso y matizado, sin tantos saltos en el tiempo, sin tantos premiosos desvelamientos de intrigas y maquinaciones y así ganar en intensidad emocional lo que sólo llega al espectador como un conjunto de buenas intenciones, interesantes ideas y verosímiles sinsabores de la complejidad policial y controladora de un estado enfermo de sospecha y ayuno de sinceridad. Hay una trama interesante (aunque afectada de un rebuscamiento algo atildado) y unos actores solventes: el conjunto se ve con simpatía pero cierta decepción por lo que pudo ser y no es.
antonalva
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