La década de los 50 supuso para la factoría Disney una nueva época dorada. Tras el fracaso que supuso "Fantasía" y la entrada en la Segunda Guerra Mundial, el estudio se encontraba dentro de una devastadora crisis financiera, no remontando con películas demasiado experimentales que no acababan de conectar con el público y que supusieron fracaso tras fracaso (a excepción de "Dumbo", claro).

Con el estreno de "La Cenicienta" y el éxito que conllevó en taquilla, todo parecía volver al cauce inaugurado años atrás con su primer largometraje. Parecía que la fórmula de adaptar famosos cuentos de hadas al estilo Disney funcionaba y el público acudía en masa a ver la reinterpretación que la compañía había hecho de algo de sobras conocido. Por ello, la idea de adaptar el cuento de "La bella durmiente" ya rondaba por la cabeza de Disney desde tiempo atrás y después del éxito cosechado por el cuento de Perrault. Quizás, las dos versiones conocidas de la historia (Perrault y la de los hermanos Grimm) eran demasiado tenebrosa para una película "made in Disney", así que se optó por tomar los primeros compases del cuento escrito por el primero, obviando su segunda y oscura parte, y dotar a los personajes de más entidad de la que tenían sus, ya de por sí, planos personajes. Además de tener como clara referencia el ballet escrito por Tchaikowsky, versionando sus famosas melodías para el film.

Walt Disney, se encontraba por esa época enfrascado en la inauguración de sus parque temáticos, dejando más libertad a los animadores de su compañía a la hora de realizar los bocetos de sus producciones. Aquí la labor recayó en Eyvin Earle, que con su arte (sacado de una exposición de arte Medieval que visitó en Nueva York) dotó a la película de un estilo propio que la diferenciaba, hasta el momento, de todo lo que se había hecho. Y es así, con este film, como el estudio abría la puerta a la innovación artística que, en futuras décadas, devendrá marca indiscutible de la casa (llegando incluso a crispar los nervios del mismísimo Walt).

Aquí los diseños lucen estilizados, alargados y rectos, propios del arte del medievo. Los fondos, amplios, gracias a la nueva técnica del Technirama, que rodaba en 70mm, representaban las escenas con una perspectiva nunca antes vista en la animación, donde los personajes se movían libremente por todo el encuadre sin salir del plano.

Dejando de un lado los aspectos técnicos, la película fue un sonoro fracaso en taquilla y supuso un nuevo revés para el estudio, alejándose nuevamente de los cuentos clásicos. Pero, gracias a que el tiempo acaba poniendo las cosas en su merecido lugar, "La Bella Durmiente" se erige como una de las mejores producciones de la historia de la compañía, arriesgada en su concepto, demasiado adulta y moderna para el público de la época, personajes que forman parte del imaginario colectivo, sobresaliendo entre todos ellos Maléfica, como la mejor de las villanas.
y la sensación de estar viendo obras de arte en movimiento adornadas con la magia que solo Disney sabe otorgar a sus películas, aunque sea a distancia.

Lo mejor; La película es una obra de arte en sí misma (podríamos coger cualquier frame del film y estaríamos ante un cuadro o lienzo medieval). Maléfica es todo un portento, comiéndose literalmente al resto de personajes.

Lo peor; Ese protagonismo que se intentó otorgar a las hadas, en busca de los clásicos secundarios entrañables, no acaba de funcionar del todo, siendo los menos interesantes del cuento.