La isla mínima de Alberto Rodríguez es un thriller policiaco de cine negro basado en asesinatos en serie en los años 80. Dirigida con un ritmo pausado y con un estilo que crea gran interés al plasmar una atmósfera turbia y oscura, es una obra que añade gran intriga al público y lo mantiene pegado al asiento al narrar una historia sustanciosa que cala notablemente en el espectador. Realizada de modo muy trabajado tiene un resultado magnífico que gusta descubrir y la colocan como un referente en el género no solo dentro, sino también fuera del cine español.
La fotografía es alusiva gracias a una estupenda mezcla de imágenes lumínicas y tenues que te transportan a la época y lugar en cuestión al estar repleta de detalles. La música acompaña el film con maestría al usar sonidos inquietantes o intrigantes por un lado e hipnóticos y desconcertantes por otro, ayudando a crear un ambiente insidioso que atrapa al espectador. Los planos y movimientos de cámara completan un excelente trabajo técnico mediante el empleo de los subjetivos, reconocimiento, detalles, travellings, primeros planos, aéreos y cámara en mano que sacan lo mejor del thriller.
Las actuaciones son auténticas y con carácter. Como protagonistas Raúl Arévalo trabaja con profundidad psicológica y Javier Gutiérrez con personalidad en un correcto papel, siendo notables los acompañamientos de Antonio de la Torre que está remarcable, Nerea Barros, Jesús Castro y Jesús Carroza entre otros. Emplea para estos la dirección artística unos vestuarios y caracterizaciones sugerentes y bien trabajadas que junto con unos espléndidos decorados te transportan in situ.
El guion, escrito por el director junto con Rafael Cobos, es absorbente desde que empieza por ser atrayente en un entramado oscuro que no solo intenta descubrir al asesino, sino que además, tiene el aliciente de mostrar las difíciles personalidades de unos protagonistas nada transparentes debido al trasfondo político que envuelve la historia y la época de transición, añadiendo con ello gran interés con un argumento paralelo que intenta descubrir también a los protagonistas. Esto se lleva a cabo con una narrativa sugestiva al lugar y a los personajes en una buena labor.
Concluyendo, la considero una obra esencial en los thrillers de cine negro. Al dejar bien claro que tanto el director como la industria cinematográfica española, no está dispuesta en estancarse en un cine trivial y sin mayor interés que el humor o el drama barato. Recomendable por su dirección, guion, actuaciones, fotografía, música, planos, movimientos de cámara, vestuarios, caracterizaciones y narrativa que vuelven a La isla mínima, un film estupendo con todos los componentes necesarios para atrapar y satisfacer al público con intriga y suspense del bueno, cautivando con ello hasta a los cinéfilos más exigentes.