Después de matar a cuatro mil masillas, liquidarse a veinte jefes de fin de fase, empalar con su espada a dos malos de la última pantalla de un videojuego, comprarse diez lavadoras para llevar impecable su vestuario (que la sangre se quita muy mal) y hacerse cuarenta peelings para que su cutis no se resienta de las batallas, Azumi se replantea cambiar su profesión de asesina….. por colaboradora del Vale de la época (que en el Superpop sólo entran enchufadas por los señores feudales).

Sí, como leen, el truño-oriental-de-artes-marciales-de-la-risa-que-me-muero tiene continuación.
Repiten actores que murieron en la primera parte, a modo de homenaje de la farsa, en nuevos papeles… para…. ¿morir de nuevo? ¿Saldrán en la próxima? ¿Habrá tercera? ¿Conseguirá Azumi su misión? ¿Conseguirá matar definitivamente (de la risa, de la pena o ambas) a todos los espectadores que presencien sus interminables aventuras?

Esta vez también se incluyen en el menú situaciones lacrimógenas vomitivas, moralina de saldos y a una esperpéntica, gritona y envidiosa mala de la muerte, encargada de ser “la jefa” de una de las finales del videojuego.

En fin, que yo también tengo una misión que cumplir: olvidar esta película-truño-oriental ahora mismo.