Resulta incomprensible e incoherente que bastantes personas critiquen la trilogía de Peter Jackson y se mofen de los chistes que hace uno de los personajes de “Clerks 2”, cuando las “andanzas” de los mohicanos, demás tribus autóctonas y damas inglesas son exactamente lo mismo, pero sin efectos especiales y esa morralla heredada de los videojuegos actuales que tanto detestan algunos.
Por supuesto no siempre declinan las invitaciones de los caballos o están caminando eternamente. También se montan en la canoa de Pocahontas en una secuencia, pero Frodo & Friends también utilizaban una. Y más bonita porque era élfica y estaba retocada con ordenador.

Yo como también soy incomprensible, incoherente y extravagante (sin cargos por delito alguno), nunca me ha gustado “El último mohicano”. Ni me gustará.
He probado esta vez con la versión del director por si me había perdido algo.
Nada de nada: recital de diálogos bochornosos del tipo "Sigue con vida. Como sea." sacados del libro “1000 Diálogos para triunfar en el box office y no llegar a usar rodilleras con el productor”, secuencias épicas de incrédula vergüenza ajena moleadas con el manuscrito “Explotar o no explotar, esa es la cuestión”, personajes incompresibles e incoherentes a tono a la crítica sacados de “El manual de personajes principales y secundarios para guionistas: tiren un dado de seis y tendrá uno”, intrigas amorosas ceñidas a otro manual conocido, “El romance comercial. Como triunfar en Hollywood con un beso que no sea negro”, malos malísimos de tercera regional extraídos del libro “Soy malo y al bueno y a su familia les doy por el ano” y podría continuar hasta la eternidad si no tuviese un límite de 3000 caracteres.

Tampoco llega a los niveles execrables de otras producciones. Están Michael Mann, la fotografía de Dante Spinotti (“L.A. Confidential” y “El dilema”), el bellísimo gepetto de la Stowe, la estupenda banda sonora que se repite más que un servidor y la secuencia final aunque tenga esos clichés, momentos incomprensibles y ralentís tan horribles.

Vamos, que prefiero jugar al juego de cartas de las familias del mundo para descubrir que sale del cruce entre un blanquito mohicano con una melena escasamente agraciada (que no es ni mohicano por cierto) y una dama inglesa de muy buen ver, a soportar esta ración de aventuras insípidas con personajes incoherentes y sin desarrollar (como una de Van Damme) y sin entrañas auténticas por muy bonito que sea y se vea el asunto.