Lo mejor para hablar de los méritos de una de las mejores películas del 2008 y flamante Palma de Oro para el cine francés es sacar sus defectos. Tal vez discursiva y obviamente, como debe ser por el tema que recrea, bastante imparcial. Evita el sermón del cine americano y plantea un debate que convierte a los espectadores en partícipes de cierta interlocución de la cinta.

La escuela como referente de la sociedad es una idea y premisa interesante para tratar el futuro de las próximas generaciones. Un aula en Francia, mirada bajo la perspectiva de Laurent Cantet, es el lugar perfecto donde un grupo heterogéneo de alumnos, de diferentes razas, sexos, etnias y religiones y de no más de 16 más años conviven. Una convivencia que no han elegido y que contrariamente está impuesta. ¿Regalo o castigo? ¿Cómo vemos la educación desde dentro y fuera? Atrapados como deber y obligación ante lo que podría tornarse en un experimento pedagógico aunque el crecimiento personal de los alumnos y del profesor se muestra en sus conversaciones y reflexiones. En esa cuarta pared en la cual vemos la ficción y una muestra de una realidad: la difícil convivencia entre alumnos y profesores y entre ellos mismos. Los raseros, las decepciones, los problemas familiares y los padres también involucrados. Aquí no hay falsas promesas porque el sentido sobre un tema importante como la educación no se encuentra en trivializarlo para teleserie siguiendo romances intranscendentes sino a un fondo más reflexivo y entreteniendo. Los muros delimitan el espacio y recuerda su origen en la novela ‘Entre les murs’ de François Bégaudeau, que también se interpreta a sí mismo.

Hay cierta nostalgia en su inicio que recuerda a “La banda de las cuatro” de Jacques Rivette donde de una cafetería se llegaba al teatro para comenzar un ensayo. Ahora es una clase y el profesor, tan paciente como con leves imperfecciones que le hacen estallar como cualquier ser humano, nos muestra una profesión complicada y difícil si se toma como oficio. Un oficio que se traslada a su director porque “La clase” consigue hacerse valedora de su título al ser capaz de darnos una lección cinematográfica y social.