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Voto de Colectivo Cinema89:
1
Thriller. Drama El día en que Juan (Alberto Ammann) empieza a trabajar en su nuevo destino como funcionario de prisiones, se ve atrapado en un motín carcelario. Decide entonces hacerse pasar por un preso más para salvar su vida y para poner fin a la revuelta, encabezada por el temible Malamadre (Luis Tosar). Lo que ignora es que el destino le ha preparado una encerrona. (FILMAFFINITY)
6 de julio de 2010
33 de 81 usuarios han encontrado esta crítica útil
La presente película, virtualmente impresentable, confirma hasta qué extremo el cine español hace de la negligencia y mentecatez pretexto para sus más burdas artimañas.

El cine carcelario tiene muy pocas obras maestras: 'La evasión' de Jacques Becker, 'Un condenado a muerte se ha escapado' de Bresson, y alguna más... Frente a un gran cajón de bodrios, de los que 'Celda 211' constituye uno de sus más visibles, por insoportables, ejemplos.

Comandada por el infecto seudoactor Luis Tosar, que somete su personaje a una sobreactuación horrenda (desde cambios grotescos en su tono de voz hasta recursos ínfimos propios del peor Actor's Studio, con una propensión por el taco que más que realismo genera en el espectador irrisión, de puro caricaturesco), la peliculilla del penoso Monzón articula/dilapida un discurso de bastarda incoherencia: que en la cárcel no tiene porque haber mala gente, ya que la mala gente realmente bien pueden ser los que controlan el invento, parece querer decirse. Pero Monzón no es Foucault, claro, y su crítica del sistema carcelario resulta tan trivial y cursi que dista de sostenerse, degenerando pronto en una vulgar peliculilla de aventuras familiares con algo de escabroso, para que no decaiga.

Milimétricamente calculada, sus viles propósitos cuajan con todo, al adocenar por medio de un montaje arbitrario al espectador: Monzón sabe manipular al ciudadano medio, al eterno mediocre que se siente en su poltrona y se traga lo que le trituren. Sin ninguna dialéctica interna, la película, abiertamente fascista e irracional, malbarata el discurso en beneficio del juego seudocrítico con pinceladas aventureras.

La pésima puesta en escena, televisiva y funcional, traiciona por otra parte las posibilidades -escasas- de una premisa con posibles. Sin embargo, el invento parece haber funcionado: la taquilla ha respondido, la seudo-crítica ha picado, y el espectador masa no ha protestado... ¿Qué tendrá esa burda celda 211 que tanto ha calado en la seudoconciencia de la vulgaridad reinante? ¿Qué tendrá?
Colectivo Cinema89
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