Resulta imposible creer que una clase social donde residen arquitectas, guardia civil o una escritora, donde la juventud sabe utilizar internet para vender su vagina, no se les ocurra a ninguna de las protagonistas o de los protagonistas recomendar la asistencia psicológica a quien padece un trauma ou sock delante del suicidio de su marido y del engaño persistente durante ocho años. Tan solo un guardia civil de pueblo, traumatizado y medicado, se le ocurre recomendar terapia de grupo, mientras toca la guitarra en un grupo. O una carta a sus herederos de quien no espera suicidarse y vive dos vidas a la vez, para pedir perdon por estar viviéndolas. Una incongruencia total como todo lo que rodea las actuaciones de la protagonista principal, de su madre, de su amiga y de la hija de su amiga, sin contar la de su marido, un caradura amoral, pero muy guay con el caballo de carreras y la carta del notario.