Comenzar la crítica diciendo que a estas alturas, quien se anima a ver esta película sabe que va a pasar un mal rato por lo desagradable del asunto. Y si no tenías el aviso de la primera parte, con la impecable interpretación de Dieter Laser.

Pues bien la cinta empieza muy bien, con un impecable blanco y negro que proporciona elegancia y aumenta dramatismo a la historia. El primer rato la cinta se ocupa de describir el peculiar diseño del personaje protagonista, un asqueroso hombrecillo de 1,50 metros (Laurence R. Harvey) que sufre de asma, sobrepeso, mediana edad y enfermedad mental, que se llama Martin. La verdad es que al director hay que felicitarle por el cásting porque el actor da grima y repulsión. También hay que felicitarle a Tom Six por la idea magnífica y el vuelvo que le da al guion y esa especie de "cine dentro de cine" que huele durante el primer trascurso de la película. La verdad es que acierta en la descripción del ambiente porque hace que el espectador haga una gran inmersión y sienta una gran repulsión. Pues bien, todo ello se echa perder en el momento que la cinta llega a la meta del personaje principal: la construcción del ciempiés humano. Y es que si en la primera parte había una explicación o daba una sensación de fundamentación científica, aquí se pierde totalmente esa percepción. Se da una precipitación de los hechos y un despropósito de las acciones del personaje principal. También el mostrar explícitamente como hace la supuesta "operación" no ayuda. Fue una inteligente actuación del director recortar esos segundos en la primera parte.

Total, que la segunda parte de la cinta hace que acabes la película con la sensación de haber visto una soberana estupidez. Cosa que en la primera no sucedía, por muy cruel y descalabra fuera la historia. Lo mejor del final son los últimos segundos. No todo el mundo se ha dado cuenta que es un final abierto como sucede en American Psycho e Inception (en España se llama Origen).