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España España · Oviedo
Voto de Gould:
8
Musical. Comedia. Romance Adaptación de una novela de James Warner Bellah. Janie, una bailarina de un tugurio de Manhattan, es atrapada en una redada y llevada a la cárcel. De allí la saca Pat Gallagher, un amigo de la alta sociedad, que logra introducirla en una superproducción de Broadway, que le servirá de trampolín para alcanzar el estrellato. (FILMAFFINITY)
3 de septiembre de 2018
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los grandes éxitos de la prolífica carrera del director Robert Z. Leonard fue esta producción musical de David O. Selznick para la MGM. Aunque tenga más de ochenta años mantiene casi intactas sus cualidades, no abusa de las canciones y cuenta con el atractivo de la pareja protagonista, una Joan Crawford en la etapa cenital de su carrera que prolongaría aún una veintena de años y un Clark Gable que peleaba con fuerza por la primera división del estrellato.

Joan Crawford es una bailarina de “streap tease” que actúa en tugurios de mala muerte y busca su oportunidad para participar en un gran musical. Franchot Tone es un caprichoso millonario de la 5º Avenida que se enamora de la bailarina y Gable es un director de musicales de fuerte carácter. Gracias a los contactos de su rico amigo ella consigue una audición con el gran productor que la contrata inmediatamente.

La película, entre la comedia y el melodrama, es fundamentalmente un triángulo amoroso con algunos elementos “pre-code”. Franchot Tone queda un poco al margen del duelo interpretativo de Crawford y Gable y, de hecho, lo mejor de la película son las eléctricas escenas que ambos comparten, con una fuerza y una química impagable –que demostraron en las ocho películas que rodaron juntos-. A destacar la escena inicial de la persecución que somete Crawford a Gable mediante un brillante montaje enfocado en las piernas homenaje al cine mudo o la divertida escena del gimnasio. La Crawford en su habitual papel de heroína de la clase trabajadora, de origen humilde, pero de carácter irreductible y acostumbrada a quitarse a los hombres de encima, da una lección de baile, interpretación e inconmensurable presencia escénica.

Una de las grandes curiosidades de esta película es que permitió el breve debut de Fred Astaire en la pantalla que aparece con su propio nombre -Astaire había firmado con RKO pero la productora se lo prestó a la MGM- que se marca un pequeño ensayo con Crawford y en la parte final interpreta el divertido “Let’s go bavarian” con alfombra voladora y todo. Gran musical.
Gould
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