Sobrepasada la extrañeza de ver a Richard Burton junto a Olivia de Havilland en la misma película –dos generaciones distintas, dos mundos interpretativos completamente opuestos-, podemos dedicarnos a disfrutar de esta romántica historia, sazonada con elementos de misterio y tamizada por un suave tono gótico, acentuado por la narración del personaje principal protagonizado por Richard Burton.

Con guion del futuro director Nunnally Johnson –que también se encarga de la producción- Henry Koster pone en escena esta adaptación de una novela de Daphne de Maurier –con todos sus tics neorrománticos- beneficiada por una atmosférica música de Franz Waxman.

Philip Ashley es un huérfano criado por su primo y tutor Ambrose. Este último conoce en Italia a una misteriosa condesa con la que tiene una difícil relación que le impide volver. La preocupación por las extrañas noticias que llegan de Florencia le hacen ir a allí, donde descubre que ha muerto a causa de un tumor, aunque sospecha que no es cierto lo que no impide que acabe por enamorase de la misteriosa viuda. Historia de misterio, romanticismo y suspense, la película sabe jugar con inteligencia la carta de la ambigüedad del personaje femenino. La voz en off de Philip no resta méritos a la película, sino que le añade un tono literario muy convincente.

Burton, a pesar de contar tan solo con 26 años, actuaba ya a un nivel superlativo en un papel impetuoso, irracional e impulsivo mientras Olivia de Havilland, en las antípodas de la técnica interpretativa de Burton, y no por ello menos convincente, demuestra su enorme versatilidad como actriz, elementos ambos que completan el interés de esta cinta romántica y apasionada en la que el viento, las tormentas, los acantilados, las casas neogóticas, las nubes y los paisajes son una parte esencial de la misma. Muy disfrutable.