Precioso y luminoso retrato de Wong Kar-Wai sobre la maraña interna de deseos y frustaciones de un puñado de personajes, mediante una serie de historias magistralmente enlazadas, con la noche como telón de fondo y como símbolo de esos deseos no satisfechos, una noche iluminada por luces tenues y esos neones (tan americanos), que representan las ganas de brillar de cada uno de los personajes.
Sin dejar de tener el sello propio del director de Hong Kong, supone un giro respecto a sus anteriores obras, pues hay más guión de lo acostumbrado, teniendo en cuenta además la cantidad de ingredientes americanos presentes en el metraje (actores, Ruta 66, etc.).
Incomprensible, por otra parte, la acogida de este film por parte de algún sector de la crítica y público, quienes ven en él una obra menor de su director, alegando la proliferación de tópicos. En mi opinión, no importa que el lirismo ceda ante el certero retrato sentimental que se nos expone, porque nunca llega a empalagar, sino más bien a querer apurar un endulzado sabor de boca...
Mención aparte para la preciosa música compuesta por Ry Cooder e interpretada por la protagonista Norah Jones, y ese conmovedor Try a Little Tenderness del inolvidable Otis Redding, que podría estar sonando hasta la saciedad, inmejorable fotografía sonora de lo más escondido y sentido del alma humana.