Alfonso Cuarón tenía una idea en la cabeza y era la de lucirse con una cámara en la mano. Todos sabemos que en el manejo de la cámara su trabajo suele ser inconmensurable y si, además, como en este film, se hace cargo de la fotografía, nos regala unas estupendas estampas que llegan, incluso a hipnotizarnos. Eso sí, el argumento es flojo y contado a cámara lenta. Si en Gravity todo nos lo contó a la máxima velocidad y nos hizo agarrarnos a la butaca en un viaje a la velocidad de la luz, aquí nos presenta un bello trabajo de cinematografía pero en el que queda claro que en el cine la estética sirve sólo para decir que "es una película bonita", pero que eso no significa obligatoriamente que tenga que ser una buena película.