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Voto de Archilupo:
7
Drama Pekín, en la actualidad. Durante el día, Mao Dabing (el Pequeño soldado Mao) trabaja de repartidor de agua embotellada, pero su pasión es ir al cine de noche. Una soleada tarde después del trabajo, Dabing se dirige hacia el cine a toda prisa en su bicicleta cuando, de repente, choca contra un montón de ladrillos en un callejón. Mientras se levanta, una joven que ha presenciado el incidente agarra un ladrillo y le golpea con él en la ... [+]
27 de mayo de 2009
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos épocas dispares de la China reciente son conectadas por la memoria cinematográfica.

El joven protagonista gasta en el cine lo que le queda tras pagar alquiler y comida. Se mete en una sala y ve cuatro películas seguidas, boquiabierto. Películas de Harrison Ford en la China actual, occidentalizada.
Los extraños sucesos que llevan al joven a cruzar su trayectoria con la de una joven agresiva le sitúan también ante un cuaderno donde ella escribe una película, la de su propia vida, que comienza en la cerrada sociedad maoísta de los 70, al nacer de una madre con sueños artísticos, en un pueblo minero.

El relato de esa época sigue apoyándose en el cine, en las proyecciones anunciadas a las plazas y calles por altavoz. Películas ortodoxas, oficiales, o procedentes de repúblicas populares como Albania (“Antes morir que rendirse”, con actuación estelar de Mila Galami), y amores con el proyeccionista, que originan a esa hija sietemesina y acarrean la marginación de la madre soñadora: ‘pequeñoburguesa’ y ‘contrarrevolucionaria’.

La niña nace en un cine al aire libre, crece entre sábanas blancas, viendo en la concurrida sesión semanal clásicos del cine patrio (“La guerrilla del tren”, “Brillante Estrella Roja”) y creyendo que su padre es un actor legendario que vive en la pantalla.
Cuando hace amistad con un niño, ven las películas desde una azotea, escondite secreto.

En la parte que protagonizan, los niños están brillantes, inspirados, graciosos, y la llenan de encanto, en sintonía con el tono ilusionado e inocente de la historia. El niño tiene unos prismáticos mágicos. Con ellos se adentran cómplices en los films.

Con el cuento del ángel, la madre introduce como un tesoro oculto la dimensión poética.

Ojalá esos días hubieran durado para siempre. Ojalá no hubiéramos crecido…

“Memorias de China” rebosa devoción por el cine y un contagioso entusiasmo primerizo. La directora, para quien es fundamental llegar al público, trata de no quedarse en lo naif. Al buscar un registro más realista en el que cimentar la historia de los niños, incluye unos sucesos truculentos, en exceso tremendistas, hilos del destino tramados con cierta elementalidad.
Pero este simplismo narrativo apenas rebaja la fuerza emotiva del conjunto, que con entusiasmo artístico canta al cine como realidad paralela que engrandece al ser humano.

(7,5)
Archilupo
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