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España España · San Fernando (Cádiz)
Voto de Rasenplatz:
8
Drama. Comedia. Bélico Guerra de Bosnia, 1993. Dos soldados de bandos distintos, un bosnio y un serbio, se encuentran atrapados entre las líneas enemigas, en tierra de nadie. Un sargento de los cascos azules de las Naciones Unidas se dispone a ayudarlos, contraviniendo las órdenes de sus superiores. Los medios de comunicación no tardan en convertir el asunto en un show mediático de carácter internacional. Mientras la tensión bélica crece y la prensa espera ... [+]
16 de agosto de 2010
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la tierra de nadie parece que no existe la complejidad, parece que la historia es simple, guerra y relaciones humanas, el cóctel necesario. Sin embargo hay más, una crítica social y un engaño contenido.

En la tierra de nadie es necesaria la convivencia, donde no hay ventaja para ninguno de ellos, donde el sufrimiento es equitativo. Allí donde cohabitan (durante unas larguísimas veinticuatro horas) Ciki, un experto guerrillero del ejército bosnio, y Nino, un asustadizo y novel soldado de Banja Luka que pertenece al ejército serbobosnio. Ellos dos hasta que “resucita” Cera, que se verá obligado a mantenerse tumbado en la trinchera, a riesgo de la explosión que acabaría con estos tres individuos, con estos tres antihéroes. Prisioneros en las garras de la guerra.

En la tierra de nadie parece que podemos jugar, burlarnos, ironizar y reírnos de y con la guerra, el antibelicismo en un film bélico (como en Senderos de Gloria), pero ni siquiera ésto evitará que nos sintamos invadidos por la tristeza y el dolor, por el remordimiento del ser humano.

En la tierra de nadie se refleja la realidad periodística, el complejo de buitre que ahonda a estos profesionales a buscar a sus víctimas en la carroña, a venderse y mentir en pos del titular, de la entrada en directo en prime-time. No importa la víctima, sólo importa la noticia.

En la tierra de nadie (como ocurrió realmente) no exclusivamente Serbia controla la guerra, dos países cometiendo atrocidades, una discusión y un veredicto forzado, ¿quién empezó la guerra?, el prisma de la objetividad en duda, como en cualquier conflicto. Y por encima de todo, una señalización, que no una acusación. Un dedo que reconoce a un organismo culpable, la cobardía del que debe erigirse en juez. Los cascos azules en plena manipulación de información y en plena dejación de poderes.

En la tierra de nadie, como para Joe Sacco, la neutralidad no existe. Como textualmente dice Marchand en la película, no hay neutralidad ante el asesinato, no hacer nada por impedirlo es tomar partido, no es ser objetivo.

En la tierra de nadie no hay nada más interpretable que lo que dice su director. “Me acuerdo de los extraños sentimientos que tuvimos cuando comenzó la guerra de Bosnia, cuando podías ver el agujero negro de una bala en una pared o un cráter causado por un obús en medio de un campo. Imagina que alguien sobreimpusiera una fotografía en blanco y negro sobre un cuadro de Van Gogh y de esa forma podrás entender lo que uno siente cuando ve algo así. Esa falta de armonía provocaba una especie de shock visual. Te hacía sentir desgraciado y desamparado. Este shock es lo que he tratado de mostrar en mi película. Por un lado un largo día de verano y por el otro, los seres humanos y la negrura de su locura”.
Rasenplatz
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