Casi cuela, de verdad. En un principio te plantas a ver esta película y piensas que es algo diferente (esto si es verdad) que te hará ver y pensar cosas que no te planteaste nunca y encima acompañado de una estética preciosa.
Pero pasan los minutos y el sueño se desvanece para devolverte a la realidad. Vamos allá.

La historia es de un chico muy rebelde, cosa que se nota por ir en moto y manga corta, que le gusta ser okupa. Es tan rebelde que decide no hablar (a lo que no se da ninguna explicación) y al llegar a casa ajena (con una moto que vale más que la plantilla del Granada F.C.) decide arreglar cosas.
Esto está muy bien, una especie de trueque donde se suma el lavar la ropa a mano (aunque la casa tenga lavadora, es así de rebelde el mozo).
En una de las casas conoce a su alma gemela que tiene un ojo vestido de funeral y que juegan a los ninjas durante horas (luego dicen de los estereotipos...) para llegar al momento donde el mozo se la pela como un mono con una foto de la chica y decide darse a conocer.
Ella se vuelve rebelde como él (lo cual incluye ser okupa y muda) y van por casas haciendo lo mismo de siempre para descubrir que en Corea todos practican deporte o golf (el golf no es un deporte y lo sabes).
Total que se pasan hora y cuarto conociendo a gente que ni saludan y con el palo de golf en mano pero con mucho amor mudo.

Tras esto llega lo grande, la cárcel. Donde en realidad es una metáfora de lo que debe ser un entrenamiento ninja. Y un final tan soso que parece firmado por Jorge Bucay.
Pero recordad decir que es una genialidad por ser coreana y ser de difícil digestión para la mayoría de los mortales.