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Voto de Néstor Juez:
7
Drama Novocherkask, Unión Soviética, 1962. Lyudmila es miembro del partido comunista local. Ella defiende los ideales del régimen comunista y desprecia todo tipo de disidencia. Durante una huelga laboral en una fábrica de motores, ve cómo el ejército mandado por el Gobierno dispara a los protestantes y comete una masacre. Ese suceso cambiará su visión de las cosas. Con la ciudad destruida y agitada por las revueltas, hay mucha gente herida y ... [+]
26 de diciembre de 2021
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bendito viernes 9 de julio el que tuvimos recientemente, en el que pudimos ver llegar a nuestras carteleras tres títulos poderosos de la última cosecha veneciana. Títulos de dispares nacionalidades y marcadas voces desde la dirección que fueron aplaudidas durante su concurso en la ciudad italiana y que aquí apenas han podido disfrutar de unas pocas semanas en contadas salas. Una buena dosis de cine de calidad para aliviar un período estival que acostumbra a ser árido en lo que a oferta de la cartelera se refiere. El trabajo que nos ocupa, un nuevo título en la dilatado carrera de su veterano realizador, fue merecedora allí del Premio Especial del Jurado. Un drama histórico con reclamos para atraer a una audiencia veterana y suficientes alicientes para que la prensa la haya elevado: se trata de Queridos camaradas, del ruso Andrei Konchalovsky. Un drama histórico que nos llega sin aspavientos pero con la firma de un veteranísimo realizador con numerosos títulos de interés. Y si bien no recurriré al entusiasmo (que, por otra parte, no es herramienta que el crítico necesite), recomendaré con convencimiento un sobrio trabajo pleno de interés. Un trabajo de formas contenidas pero coherentes, que critica sin aleccionar y dice las cosas muy altas sin alzar la voz. Cine histórico con delicadeza y sin maniqueismos.

El silenciado como mecanismo de despiadada dominación. La anulación callada desde el orden armado y el ocultamiento histórico. Cine político lúcido y pertinente. La represión armada desde la narración ajena al morbo o al espectáculo de la violencia. El olvido histórico como estrategia despiadada de dominación social. Una película que se muestra ejemplar sin exclamarlo desde múltiples ángulos. Su sobriedad narrativa es ejemplar, pues se logra sin gestos afectados de solemnidad o puntuados musicales. Su aparato emocional funciona desde su tragedia honda gracias a la encomiable labor interpretativa de Yuliya Vysotskaya, que transmite genuino miedo y preocupación a través de las miradas. Si reparamos en el montaje, es todo un deleite inusual la determinación expeditiva de la narración: sin transmitir sensación de apresuramiento basculamos de una acción importante a otra, de un espacio al siguiente, sin tiempos muertos. La película no se detiene, y cada plano dura lo estrictamente necesario, lo cual no implica que estos sean siempre breves, o innecesariamente editados. En su aparato formal nos encontramos a su vez con un largometraje sin aspavientos preciosistas pero de refinado blanco y negro, con armoniosos y cuidados encuadres fijos. Pero el aspecto mas jugoso de la propuesta lo hallamos a nivel temático: la sabiduría con la que integra el abismo en el día a día mundano de los ciudadanos anónimos. Dar forma cinematográfica al infierno a través del retrato de su preludio. Una fachada pulcra para estudiar una de las etapas humanas más oscuras. Dolor sin ser sórdido, blando ni cruel.

Una película que no plantea un entramado tonal o visual desafiante ni sorprendente, y que nunca llega tampoco a manifestarse con demasiada intensidad. Un relato clásico al que se le pueden achacar, bien por la textura de sus decorados o por la contención interpretativa de sus intérpretes, unos registros expresivos levemente acartonados. Una película cuya contención bien puede entenderse por frialdad, en tanto sus personajes no se introducen en dinámicas argumentales de desarrollo dramático que nos permitan conectar en plenitud con sus tragedias. Es sin duda una película rígida en su convencional construcción argumental, que es ante todo cine de relato que quizás no ofrezca demasiado al que busque ampliar sus horizontes cinematográficos. Pero no participaré de esta perspectiva crítica de hacer de menos a películas no renovadoras que encuentro errada, y recomiendo con convencimiento este ejemplo de cine de oficio notablemente ejecutado.

Estilizada, punzante y política, Queridos camaradas se erige como un perfecto ejemplo de cine histórico comprometido sin recurrir a sensacionalismos o hipérboles.
Néstor Juez
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